Es ciertamente preocupante que el equipo que alineara este sábado José Antonio Camacho contra el Numancia fuera exactamente el mismo que acabara la temporada con el ínclito Carlos Queiroz sentado en el banquillo. De hecho, Camacho repitió el invento de su antecesor en el cargo al colocar a Raúl Bravo como acompañante de Pavón en el centro de la defensa. Fue el actual entrenador del Real Madrid quien optó por Bravo en vez de Mejía, joven defensa central a quien dejó en el banquillo. Luego Guti (no parece que vaya a tener tampoco más protagonismo este año) sustituyó al lesionado Pavón; Owen suplió a Raúl y, en el minuto 80, Morientes entró en el terreno de juego por Ronaldo. Yo creo que lo único que habría diferenciado al equipo que venció por 1-0 al Numancia de otro cualquiera de Queiroz es que éste, en caso de haber tenido en su plantilla a Morientes, habría esperado hasta el minuto 89 para cambiar a Ronaldo.
Camacho lo va a tener mucho más crudo si decide empezar tan pronto una campaña contra las filigranas. Digo esto porque una filigrana, según el Diccionario Espasa de los Términos Deportivos, es un "alarde de maestría en el juego del balón", y resulta que la plantilla que él entrena está repleta de futbolistas cuya máxima virtud es precisamente su extraordinario manejo del balón. Al oír lo que dijo Camacho todos pensamos inmediatamente en una jugada que protagonizó Zidane, quien, sólo ante Núñez, -el mejor, por cierto, del Numancia- quiso regatearle cuando podría haber tirado perfectamente a portería. Es posible que, en ese preciso instante, Zidane no eligiera la mejor opción, pero si algo define al futbolista francés es su cuidado por la estética, por el buen fútbol, por las filigranas en definitiva.