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Cristina Losada

Utopismo feminista en La Moncloa

La Convención concede poderes taumatúrgicos a las cuotas y la paridad, confundiendo la igualdad con la equivalencia numérica

El presidente del gobierno, al poco de llegar, formuló una de sus escasas definiciones claras: dijo que era "feminista radical". Extraño parecía, pues el feminismo que así se adjetiva considera al varón como el gran generador del mal y pone su empeño en borrar todas las señas de identidad masculinas, salvo las que, de momento, son necesarias para la continuidad de la especie. Lo cierto es que Rodríguez ha hecho méritos en ese sentido y ha sido elogiado como el dirigente con rasgos femeninos, que según dicen, prefieren hoy los electores. Pero va a resultar que tampoco era tan cabal la definición aquella. En su política para la mujer, que constituye asunto de envergadura en su agenda, el gobierno pesca, sobre todo, en las aguas del "utopismo feminista".
 
El principal documento de esta corriente es la Convención de la ONU para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, más conocida por sus siglas en inglés, CEDAW. Convención suscrita por España en 1984 y que no han tenido empacho en firmar países como el Irak de Sadam, Libia, Arabia Saudí, Nigeria, el Congo, Cuba o China, todos de reconocida insolvencia democrática y algunos, notorios opresores de las mujeres. Pero aquí, todo lo que suena a ONU suele acatarse con regocijo y sin mirar la letra pequeña, y el aplauso de la CEDAW a los primeros toques "feministas" del gobierno fue acogido con satisfacción general.
 
La CEDAW, sin embargo, es un tratado entreverado de presupuestos ideológicos que conducen a políticas de "ingeniería social". Fruto de la ideología feminista de los setenta, se propone "modificar los patrones de conducta sociales y culturales de hombres y mujeres" y eliminar por la vía de la acción gubernamental los "roles estereotipados". A esa aspiración responden algunas de las medidas anunciadas por el gobierno contra la violencia doméstica, y una que acaba de sacar de esa chistera llena de globos sonda que maneja: regular por ley lo que llama "el reparto igualitario del tiempo libre y las tareas domésticas". Un proyecto que promete cachondeo y controversia. Y más "guerra de sexos".
 
La Convención concede poderes taumatúrgicos a las cuotas y la paridad, confundiendo la igualdad con la equivalencia numérica. Perfecta sintonía con el PSOE, que ya ha anunciado la implantación por ley de las listas paritarias "tanto en los ámbitos de decisión política como en el empresarial", y vaya usted a saber por qué no en otros, tal como recomendó la CEDAW a los representantes del Gobierno. Y digo "los", porque a cuento de la "transversalidad" y otros oscuros conceptos, al viaje a Nueva York al comité de la Convención, en julio, se apuntaron gentes de Interior, Sanidad, Agricultura, Educación y algunos más, que así se hicieron el verano.
 
El comité saludó encantado la nueva paridad gubernativa. Pero dos días después de que la secretaria de Políticas de Igualdad comunicara a la CEDAW que el nuevo gobierno había tomado medidas "destinadas a eliminar la imagen estereotipada de la mujer en los medios de comunicación" y en la publicidad, las heroínas de la cuota, lasfeministrasespañolas, se retrataban paraVoguey la posteridad ante la insinuante fachada de la Moncloa. Me da que el comité, que en su día reprendió a Belarús por celebrar el Día de la Madre, ocurrencia espantosamente anti-utópica, va a ser más indulgente con sus discípulas españolas.

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