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Álvaro Bardón

¿Qué es el capitalismo?

En el capitalismo, ni el más perverso puede ganar dinero si no produce algo que sirva a los demás. Los malos se ven "obligados" a servir al prójimo. Es terrible, ¿no cree?

El éxito de la sociedad de personas libres casi no se discute. El capitalismo ha generado ingresos muy por sobre los niveles de subsistencia, persistentes revoluciones tecnológicas y –casi– erradicado la pobreza. No ha ocurrido lo mismo, ni de cerca, con los modelos construidos de arriba hacia abajo, tipo URSS, Cuba, la China de Mao, el nazismo y el fascismo.
 
¿Y cómo ocurre este milagro en el que la gente –sin orden ni mando– progresa?
 
No es milagro, son, simplemente, reglas e instituciones, aprendidas por evolución, que dejan a las personas actuar con libertad. Esta permite inventar, emprender, trabajar e invertir, en un marco que garantice los derechos de propiedad, la seguridad, el orden y el cumplimiento de los contratos, mediante un sistema judicial independiente.
 
En el capitalismo, ni el más perverso puede ganar dinero si no produce algo que sirva a los demás. Los malos se ven "obligados" a servir al prójimo. Es terrible, ¿no cree?
 
El capitalismo son las personas con libertad y derechos y se desnaturaliza con un Estado que se mete en todo, matando la creatividad, las oportunidades y el desarrollo.
 
El Estado grande degenera la democracia, aparece una clase política, una especie de "nobleza feudal", en que los cargos empiezan a heredarse por el poder que dan los enormes recursos públicos y gastos reservados derivados de los impuestos que limitan la libertad.
 
El capitalismo son las personas interactuando a su voluntad; no se "construye", no es un "modelo" impuesto. No es –como dicen algunos– "un modelo individualista, competitivo y egoísta, contrario a los evangelios". Hablar del "modelo neoliberal" es una impropiedad, un truco publicitario y un recurso demagógico, de última hora, de los socialistas fracasados, en especial latinoamericanos, quienes sí tenían un modelo totalitario que se derrumbó "misteriosamente".
 
El Creador nos hizo libres y nos dijo: "Ganarás el pan con el sudor de tu frente". Y agregó: "Amarás al prójimo como a ti mismo". Pero éstas son conductas o virtudes personales. No se trata de sacar las castañas con la mano del Estado Benefactor, que cumpla con esto de amar al prójimo o ayudar al desvalido, en vez de nosotros.
 
Dicho Estado, además de ser un fracaso mundial, aliena a las personas en su deber de amar al prójimo. Les quita esta "obligación" y las desincentiva para la caridad. No he podido encontrar esa parte de los Evangelios que habla del Estado Benefactor, o la que desmiente el pecado original que nos obligó a trabajar, ahorrar y crear, y que nos hizo desiguales, individualistas y competitivos. Estos no son inventos del capitalismo o el liberalismo.
 
Los clásicos llamados a la solidaridad y la caridad "personales" y a otras virtudes de la cultura judeocristiana obedecen, precisamente, a nuestra condición de pecadores.
 
Culpar al mercado y a la globalización de nuestras imperfecciones es otra idiotez propia del socialismo, pero confundió a la mitad de los curas, que ahora no quieren hacer su trabajo predicando las buenas costumbres, tarea que pretenden endosar al Estado, que está terminando por aplastarlos.
 
En los seminarios hay que poner unos cursillos de economía, donde se explique que el mercado es la gente, tal como es, no más.
 
Además, en ellos habría que hacer leer el párrafo 42 –sobre el capitalismo– de la encíclica Centesimus Annus, de Juan Pablo II.
 
© AIPE
 
Álvaro Bardón, profesor de economía, Universidad Finis Terrae, fue presidente del Banco Central de Chile.

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