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Las opciones

los ayatolás del régimen iraní parecen haberse convencido de que si de verdad quieren llegar a contar con un mínimo arsenal nuclear, tienen que acelerar su proceso de adquisición en estos meses, antes de que haya una nueva administración en Washington

Con el rechazo de los planes de la Agencia de la Energía Atómica y el anuncio por parte de Teherán de que proseguirán con la centrifugación gaseosa a fin de producir material fisible apto de ser empleado para la fabricación de una bomba nuclear, los ayatolás del régimen iraní parecen haberse convencido de que si de verdad quieren llegar a contar con un mínimo arsenal nuclear, tienen que acelerar su proceso de adquisición en estos meses, antes de que haya una nueva administración en Washington, particularmente, si como todo parece indicar, George W. Bush sale reelegido. Necesitan la ventaja del tiempo electoral, donde ningún candidato puede prestarles demasiada atención.
 
¿Cuáles son las opciones ante esta política? La primera: no hacer nada y dejar que Irán se convierta en una potencia nuclear. Esta es la opción preferida por muchos europeos en la secreta esperanza de que una vez que tengan la bomba los teócratas iraníes tenderán a moderarse. Sin embargo, y aunque así fuera, un Irán nuclear es una amenaza para la estabilidad y la proliferación en la zona. Los saudíes se verían en la necesidad de tomar algunas medidas, por no hablar de Israel, bajo la amenaza directa de obliteración lanzada insistentemente por los lideres espirituales de Teherán. Las conexiones con el terrorismo internacional hace esta opción igualmente inaceptable para la actual administración americana. Por lo tanto, no parece que lo que quieren los europeos se pueda sostener en el medio plazo.
 
La segunda, incrementar las presiones políticas e incluso avanzar sanciones económicas que desincentiven a los líderes de Irán y le haga ver que su curso de acción no les lleva a ningún sitio, en la esperanza de que así abandonen sus ambiciones nucleares. Esta opción requiere una estrecha coordinación entre Estados Unidos y la UE, así como la voluntad conjunta de aumentar progresivamente la firmeza y las presiones sobre Teherán. La perspectiva de este entendimiento son, hoy por hoy, sombrías habida cuenta de la disparidad en la evaluación del problema en uno y otro lado del Atlántico. Es más, está por ver si esta opción puede llegar a dar sus frutos, habida cuenta de los tiempos. Lo más lógico es suponer que no y entonces los europeos tenderían a aceptar la situación primera, esto es, un Irán nuclear, mientras que los americanos preferirían pensar en una tercera alternativa.
 
La tercera opción: el recurso a una acción militar destinada a destruir las infraestructuras nucleares iraníes. Problemática porque los iraníes ya aprendieron de la incursión aérea de los israelíes sobre el reactor nuclear iraquí de Osirak , pero no imposible. La verdadera cuestión es más quién sería el encargado de realizarla: ¿los israelíes o los americanos?
 
Una intervención sobre Irán plantea numerosas incógnitas. Pero si los europeos aspiran a evitar un escenario así, más les valdría que se pusieran desde ya a reforzar la segunda opción, la presión diplomática y las sanciones económicas y cooperen de verdad con los Estados Unidos. Todo lo demás les va a gustar aún menos.

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