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Carlos Rodríguez Braun

Lula en Nueva York

cuanto más igualitario ha sido el pasado de la humanidad, más hambre ha padecido

En la kermés políticamente correcta neoyorquina, denunció el presidente brasileño que en 1820 la diferencia de renta per cápita entre el país más rico y el más pobre era inferior a cinco veces, pero hoy es de 80 veces. Su observación fue ampliamente saludada en los medios, entre vítores al "quinteto contra el hambre", y ninguno osó sugerir que cuanto más igualitario ha sido el pasado de la humanidad, más hambre ha padecido.
 
Esto es curioso, porque incluso para el pensamiento único debería resultar patente que el porcentaje de pobres y hambrientos con respecto a la población total es menor hoy que en 1820. Sin embargo, es tal la ceguera ideológica que comporta la hostilidad a la desigualdad, que da la impresión de que si la miseria desapareciese por completo del planeta, pero un puñado de millonarios se enriqueciese tanto que la desigualdad aumentase, los progresistas lamentarían la situación amargamente.
 
Si la clave es la igualdad en la distribución de la renta, la receta es clara y paradójica, puesto que la solución progresista sería reaccionaria. Se trataría, en efecto, de retroceder hasta la humanidad más primitiva y salvaje, que era simultáneamente el reino del hambre generalizada y el edén socialista, porque entonces la diferencia entre la rentaper cápitade los ricos y los pobres era gloriosamente igual a cero.
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