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Cristina Losada

Persecución de escritores muertos

The Guardian promete inaugurar una nueva especialidad periodística: la persecución de escritores muertos: de aquellos que no son de su cuerda política. O literaria, vaya usted a saber

Cuenta Galdós en una de sus obras que durante la Primera República, los corresponsales extranjeros en España enviaban a sus periódicos noticias falsas o exageradas, en las cuales se llegaba a decir que un ministro había logrado su puesto tras amenazar, pistola en mano, al presidente del gobierno. Los diarios de la civilizada Europa tenían entonces en España un vivero del que extraer pintorescas y sensacionalistas informaciones. El público tragaba. Es más, la imagen de España que se había instalado en el imaginario europeo, pedía ese tipo de noticias para su reafirmación. Y así, algunos europeos podían congratularse por su superioridad frente a un vecino salvaje que malvivía en las cavernas de la leyenda negra.
 
Pese a lo que ha llovido desde entonces, algunos corresponsales y sus periódicos siguen dando de España la idea que más se acomoda a sus prejuicios políticos e infantiles esquemas: un país todavía en pugna con su pasado, traumatizado por la herencia del franquismo, con las viejas heridas aún abiertas. Una España en la que siguen luchando el fascismo y la democracia, como les gustaba, y les gusta decir, que ocurría en el 36. Cierto que la izquierda española ha alimentado en los últimos años esa visión, pero sólo quien ignore la realidad puede escribir que "el descubrimiento del señor Ysás (sobre Camilo J. Cela) se produce en un momento incómodo para España, en el que se debate cómo abordar el legado del período de Franco". Y sólo quien ignora la historia puede ocultar que la Transición no sólo significó la amnistía para los crímenes del franquismo. Justo porque no fue tan simple la cosa, Carrillo y la Pasionaria, en lugar de pasar por tribunales o Comisiones de la Verdad, accedieron a un escaño en el Congreso.
 
Esas frases, y otras delicatessen, figuran en la crónica que The Guardian se marcó el domingo para publicitar un documento desenterrado por el susodicho historiador, según el cual, Cela ofreció consejos para recuperar para el Régimen a algunos escritores "disidentes". La historia de Cela como censor y delator, siempre según sus acusadores, es bien conocida por estos pagos, pero en The Guardian se acaban de enterar o hacen como si así fuera. Tal vez por ello no se han percatado de las ironías que encierra la carta, en la que figuran como "recuperables" algunos escritores que habían dado sonadas pruebas de apoyo al franquismo. Ni el hecho, que la propia crónica incluye, de que Cela tuviera problemas con la censura.
 
The Guardianpromete inaugurar una nueva especialidad periodística: la persecución de escritores muertos: de aquellos que no son de su cuerda política. O literaria, vaya usted a saber. Hace un año, con gran aparato, publicaba la lista de los simpatizantes comunistas que, según el diario, había delatado George Orwell en 1949. Orwell, que creyó en el socialismo toda su vida, pero fue enemigo declarado del estalinismo, que apoyó a las democracias frente al nazismo y al comunismo de estilo soviético, cayó también bajo la propagandística garra del Guardián. Escribió Cela en el prólogo "Mrs. Caldwell habla con su hijo": "Nunca agradeceré bastante a mis enemigos la cantidad de sugerencias que me brindan, a pesar de su escasa imaginación". De escasa han pasado a ninguna.

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