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Karen Cancinos

Con la "tolerancia" a otra parte

¿O me van a venir ahora con el cuento de que tolerancia es "tolerar" las majaderías ajenas y encima aplaudirlas?

El mes pasado, unos cineastas españoles, con la ayuda de algunos periodistas locales, vinieron a Guatemala para elaborar un documental. En él se incluyeron las escenas de un curioso partido de fútbol -en un exclusivo club deportivo-, en el que se enfrentaron los equipos de fútbol White devils (integrado por estudiantes del colegio norteamericano del país) y Las estrellas de la línea (compuesto por prostitutas que ejercen su oficio en los alrededores de la línea férrea de la capital, un área por demás mísera).
 
Resulta que ni los administradores del club ni los padres de las adolescentes sabían de qué se trataba todo. Supieron que las integrantes de Las estrellas se dedicaban a la prostitución cuando alguien repartió entre el público volantes en los que se aducía que sorprender así a la gente tenía como objetivo "visibilizarlas" y "concienciar sobre sus derechos". Comprensiblemente, los progenitores de las estudiantes pegaron el grito en el cielo y, el siguiente fin de semana, el gerente del establecimiento no permitió que Las estrellas jugaran allí.
 
Las reacciones en los medios de comunicación —nacionales y hasta estadounidenses— no se hicieron esperar. "¡Qué país tan intolerante!", discursearon los progres. "¡Impedir a las chicas de la línea continuar en el campeonato de fútbol es una muestra de la intolerancia de la sociedad guatemalteca!", se rasgaron las vestiduras los políticamente correctos. "¡Mi solidaridad para con las putas, mueran los intolerantes!" gritaron los aspirantes a vanguardistas.
 
En primer lugar, la tolerancia es una extrapolación ilegítima del campo de la religión al de la convivencia social. El ideal de tolerancia surgió como un proyecto de convivencia pacífica entre comunidades de creencias religiosas irreconciliables, pero en modo alguno es aplicable a una situación como la descrita. ¿O me van a venir ahora con el cuento de que tolerancia es "tolerar" las majaderías ajenas y encima aplaudirlas? Porque es una majadería que unos europeos con pretensiones de civilizadores vengan a decirnos con sus acciones "recua de salvajes, les daremos una lección de convivencia, pondremos a jugar fútbol a las niñas de la línea contra las del colegio norteamericano, nos divertiremos filmando cómo se escandalizan los padres de las últimas y luego iremos por el mundo contando cómo ustedes, bárbaros, no se toleran unos a otros". Idiotas. Y abusones. Porque no tenían derecho a utilizar a otros —ni a las prostitutas, ni a las estudiantes, ni a sus padres, ni a los administradores del club deportivo— como medios para sus propios fines, fueren estos hacer un documental, hacer alarde de superioridad moral, pavonear su mundanería o cualquier otra cosa.
 
En segundo lugar, creo que una sociedad está perdiendo el norte cuando tergiversa el significado de las palabras y actúa en consecuencia. Eso es lo que está ocurriendo aquí. En Centroamérica, especialmente en Guatemala, la tolerancia, como la paz, ha sido despojada de su contenido y convertida en estandarte de individuos que, en el mejor de los casos, pretenden tan solo incomodar a su prójimo adinerado, pero que en el peor persiguen convertirse en los adalides de la peligrosa corrección política. Peligrosa porque define como sagrados ciertos círculos y como despreciables a los que están fuera de los mismos.
 
Me explico. Debe ser muy triste vivir en el mundo sórdido de la línea férrea de una capital latinoamericana y ganarse la vida vendiendo el propio cuerpo a borrachines y delincuentes. Pero ser prostituta no le confiere a una mujer cualidades que la eleven por encima de las demás o que la hagan merecedora de "derechos" de los cuales deba estar excluido el resto de los mortales. Así que el argumento de que la escenita del juego en el estirado club deportivo fue para "visibilizar" a estas señoras y para que ellas "concienciaran sobre sus derechos" carece de fundamento. En realidad fueron utilizadas de la peor manera. Era imposible que los tipos españoles, así como los guatemaltecos que los ayudaron, no supieran que, a la larga, estas mujeres serían humilladas y no vitoreadas. Como si a su azarosa vida hubiera que agregarle más ignominia y vituperio.
 
Por otra parte, no ignoro que hay quienes se sienten molestos ante la realidad de que algunos nacen en cuna de oro y gozan de toda suerte de comodidades. Pero eso no les da licencia a los primeros para hacer escarnio de los segundos. Por la paz de espíritu que me brinda, me alegra no pertenecer al bando de los envidiosos. Tampoco se me puede incluir en el de los envidiados, pero eso no me molesta porque, aunque no tengo herencia ni pedigrí, mi Creador me dio neuronas y manos, así como una dosis aceptable de sentido común. Por eso sé que la tolerancia –en su acepción moderna–, si bien implica respetar las opiniones y las prácticas ajenas, no surge de un catálogo de manipulaciones y escándalos, sino de asumir un imperativo categórico: nadie debe usar a otras personas como medio para sus propios fines, sin importar si viven en Centroamérica o Europa, ni si son prostitutas o estudiantes de colegio elegante. Quien quiera hacerlo, que se vaya con sus alardes de "tolerancia" a otra parte.

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