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Juan Carlos Girauta

Primero yo, luego nadie, luego Esperanza

Anda, hombre, Cobo, ve yendo, que yo te apoyo desde aquí, y pon a Acebes en su sitio

Desde que me enteré de lo que le ha hecho Gallardón a su vicealcalde vicecentrista Cobo, me asalta el lejano recuerdo de una película asiática de serie B en la que un cabecilla requetemalo envía a su segundo, solo, a enfrentarse con cien guerreros: "ve tú por delante, a ver qué pasa". Venga, Cobo, adelántate y les vas explicando a los compañeros y a la prensa lo que es el centro, a ver si se enteran de una vez: "centrismo es respetar lo que piensan los demás cuando no piensan igual que uno"; "centrismo es contar con el afiliado"; "centrismo es saber equivocarse". Una voz juvenil, engolada e insaciable, le apunta en un arrebato de cursilería (atributo muy ligado al centrismo): ¡Te dejas una, Cobo: centrismo es no tener que decir nunca lo siento!
 
Ni lo siento ni nada le va a decir el alcalde a su mandado si las cosas se ponen feas, que se pondrán. ¿Y qué? –se dice el gran incomprendido– Son sacrificios en el camino imperial. Al César acelerado no puede fallarle el partido en Madrid. Pío ha encogido las alas y él es demasiado importante para batirse el cobre con nadie. Pito, pito, colorito ¡te ha tocado, Cobo! Sin la organización madrileña, el efecto dominó acabaría con sus sueños monclovitas.
 
Anda, hombre, Cobo, ve yendo, que yo te apoyo desde aquí, y pon a Acebes en su sitio: "pediría a Acebes que esté tranquilo", dice el pobre vicealcalde sin convicción, empujado a una lucha desigual mientras su jefe contempla la escena desde lo lejos, con unos prismáticos. Pedirle a Acebes que esté tranquilo es como pedirle a la Pietá que no se mueva. Qué temple hay que tener, o qué inconsciencia, para recomendarle calma a la leyenda viva que aguantó diez horas de hostigamiento y zancadillas en la comisión del 11 M. ¡Y nosotros que creíamos que en Madrid no había nadie con menos nervios que Acebes! Pues ahí está Cobo, concejal de platino iridiado, como el patrón métrico de París, que nunca será más largo. Y se lamenta: las palabras de Acebes "me han sentado mal, me han sonado muy extrañas". Gallardón, que se va pareciendo a Maragall en la capacidad que tiene de desconcertarnos, se ha pasado con el encargo.
 
"Los que me dan la espalda no creen en la democracia", dice el dos, nuevo Winston Churchill. Y la mayor desmesura: "es posible llegar a una lista que yo presida y en la que Esperanza Aguirre sea Secretaria General". O sea, que en Madrid ser centrista y no dar la espalda a la democracia pasa por poner a la presidenta de la Comunidad, ex ministra, ex presidenta del Senado,Commanderdel Imperio Británico y referente ideológico del sector más dinámico y preparado de la sociedad española, los jóvenes liberales, por debajo del hombre de los recados de Gallardón, que estará parafraseando al torero: primero yo, luego nadie, luego Esperanza Aguirre.

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