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EDITORIAL

Los “versos sueltos”, en las urnas

Ya va siendo hora de que Gallardón constate el respaldo que su insaciable ambición personal y sus “versos sueltos”, ideológicos y programáticos, encuentran entre los militantes de su partido

La disputa por la presidencia del PP madrileño quitó ayer algo de protagonismo a la polémica celebración de nuestra Fiesta Nacional. La imagen de Gallardón junto a Esperanza Aguirre era una de las más buscadas durante el desfile militar celebrado en la Castellana. Saludo cordial y ni una palabra de más. Sin embargo, cuando parecía que la diplomacia iba a "aparcar" el conflicto, el enfrentamiento llegaba en la recepción ofrecida por los Reyes en el Palacio Real. Con un cambio de personaje: Acebes aparecía en escena.
 
Según la agencia EFE, que cita fuentes próximas al alcalde de Madrid, Gallardón recriminó a Acebes que éste hubiera permitido "que Esperanza y su equipo imposibilitaran la continuidad de Pío (García Escudero) al frente del PP de Madrid". Acebes no quiso hacer declaraciones. Quien sí las hizo fue Aguirre; para explicar, en primer lugar, que no se había querido acercar a la discusión entre Acebes y Gallardón "para que Alberto hablara en libertad".
 
La presidenta de la Comunidad de Madrid dijo también que sigue abierta a la integración, pero confió en obtener un amplio respaldo si finalmente se presentan dos listas en el Congreso del PP regional.
 
Al margen de estos “dimes y diretes”, de los que no se tienen claros registros, la cuestión de fondo en el asunto del PP madrileño sigue siendo la misma: la irreprimible ambición de Gallardón, que no contento con el inmerecido protagonismo que le ha otorgado Rajoy, tanto en la apertura del reciente Congreso del PP como en la dirección nacional del partido, ha pretendido impedir que Esperanza Aguirre presida el PP madrileño.
 
A esta cuestión ya le hemos dedicado un editorial. Lo que conviene ahora es no dramatizar el asunto porque haya dos candidaturas separadas. Esperanza Aguirre ha hecho muy bien no cediendo a las imposiciones de Gallardón, y ya va siendo hora de que éste constate el respaldo que su insaciable ambición personal y sus “versos sueltos”, ideológicos y programáticos, encuentran entre los militantes de su partido.
 
Ambiciones tan desatadas como las de Gallardón no se pueden parar ni con complejos ni con perfiles bajos. Por el contrario, ante éstos se excitan y adquieren una mayor capacidad de maniobra. Esperemos, pues, que ningún complejo evite ahora a Gallardón-Cobo un más que merecido resbalón en las urnas.

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