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Amando de Miguel

Sentido y forma de las palabras

Amalio Sánchez me plantea una palabra necesaria. Cómo deben denominarse los pequeños monumentos florales, a veces una simple cruz, que se alzan en las carreteras como recuerdo de alguna persona muerta en accidente. No tengo ni idea. Espero sugerencias. Don Amalio protesta del abuso que se hace en el habla comercial de la palabra “producto” para señalar distintos servicios. Lo del “producto” se ha impuesto, pero es el punto de vista del empresario. Al cliente le vendría mejor servicio o facilidad. Ahí queda.
 
Aunque parezca mentira, me siguen lloviendo equivalencias populares de los euros. J. L. Lapresa (notario de Palma de Mallorca) recoge estas equivalencias: “ebros” y “éroes”. Antonio Albertos (originario de Segovia) añade “auros”, “centauros” (para los céntimos de euros), “jeuros” y “eurelios”. Romualdo Molina acusa igualmente la voz “ebros” o “evros”. Asombrosa la imaginación popular.
 
Un amable lector que se esconde bajo el pseudónimo de “aaa bbb” (qué manía la de ocultarse) me critica por el uso que yo hago de “deleznable” en su sentido de repudiable. Es difícil que me haya cogido usted en ese renuncio. Al contrario, llevo años predicando que el sentido auténtico de “deleznable” es lo que se disgrega o se desmenuza fácilmente, como una aspirina, un azucarillo. Ahora bien, puesto que es un valor lo que está firme y es consistente, hemos dado en concluir que lo deleznable es también lo despreciable, lo que tiene poco valor. No me gusta a mí mucho ese sentido derivado, porque lo firme y consistente puede ser igualmente rechazable o despreciable. Por ejemplo, si te dan un porrazo con un arma firme y consistente. Pero, en fin, el uso manda. Con todo, le reto a usted que me diga, don o doña “aaa bbb”, dónde he utilizado yo “deleznable” en ese sentido derivado. En todo caso habrá sido con el tono irónico que me caracteriza, una forma de inseguridad, para qué vamos a engañarnos.
 
Javier Carrasco Garrido (Madrid) ─presumo que filólogo, pero mucho más docto que el lendakari de Extremadura─ me acompaña una completísima lección sobre el uso del lo, la, le. Resumo: (1) Lo y la se utilizan como objeto directo del verbo, sea persona, animal o cosa. (2) Le es para el objeto indirecto del verbo, también con independencia del sexo o de la especie. Por ejemplo, “¿Has visto a Pedro?” ─ Sí, lo encontré y le dije que te llamara─ ¿Y a María? ─ No, no la he visto y le han dado unas vacaciones”. Estupenda lección. Sin embargo, no estoy muy conforme con la admonición de don Javier de que sobre lo dicho no caben vacilaciones. Don Javier las compara con las posibles “vacilaciones en la estructura de un edificio: Yo no lograría evitar el fundado temor de que se nos acabara cayendo encima”. Mala comparación es esa, don Javier. Precisamente un edificio alto oscila, se mueve, y gracias a eso, normalmente no se derrumba. Si la estructura no oscilara un poquitín, entonces es cuando se derrumbaría al menor soplo de un ventarrón. Vea usted las palmeras cómo resisten los huracanes: moviéndose, vacilando. En cambio, en esas condiciones el vidrio de un ventanal oscila poco y se rompe. Hágame caso, seor filólogo, vacilemos lo justo para no tener que bacilar o bacigalupar demasiado.
 
Fernando Rodríguez Fernández (León) tiene dudas sobre si se puede decir los dineros. Pues mire, con los diccionarios en la mano, hay que decir siempre el dinero en singular. Sin embargo, no veo por qué. A mí “los dineros” me suena estupendamente. Por ejemplo: “Los dineros públicos”. Ese plural tiene un matiz irónico o familiar. Por tanto, debe emplearse con tino. Ya cambiarán los diccionarios. La cuestión crematística se presta mucho al plural: caudales, costes, mercados, cuartos, ahorros, finanzas.
 
Ángel Rodríguez (aparte de echarme la bronca por lo de la aorta) me pide opinión sobre el verbo explosionar. Es un claro derivado de “explosión”, cuyo verbo auténtico es “explotar”. Es algo parecido a lo de influir-influencia-influenciar. Me parece un abuso. En este caso de explosionar lo impone la jerga militar, que es muy caprichosa. Así, los militares hablan de “carro” y no de tanque, como decimos los civiles. O también “de respeto” en lugar de repuesto.
 

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