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Saúl Pérez Lozano

¿Bendición o maldición?

Días después de conocidos los resultados del referendo que solicitaba la revocación del mandato del presidente Chávez –versión Consejo Nacional Electoral–, el suscrito topó con un conocido político de la oposición y éste comentó que los desaguisados habían sido de tal magnitud, que por menos la OEA había aplicado la Carta Interamericana al presidente Fujimori de Perú.
 
La respuesta fue inmediata: ''Cierto, amigo mío, pero la diferencia está en que Perú no tiene petróleo y Venezuela sí''. Y tal vez ésta sea la desgracia de Venezuela, pues con petróleo se compran muchas "lealtades" y, con la renta petrolera, muchas "voluntades".
 
Las triquiñuelas, la trampa, el fraude no sorprendieron ni remotamente a quien esto escribe. Estamos conscientes de que los venezolanos íbamos a una consulta electoral con brazos y manos atadas, con una observación internacional, la verdadera, limitada y humillada, no la integrada por ñangaras y exquisitos izquierdosos. Pero eso ocurre por ser demócratas, por creer en el voto, porque de antemano sabíamos que el gobierno controlaba al Consejo Nacional Electoral en todas sus operaciones y se nos sometía a un sistema de automatización dudoso y poco confiable.
 
Lo que sí confieso significó una gran sorpresa fue la ligereza del Centro Carter y del entonces secretario general de la OEA, César Gaviria, en avalar los mañosos resultados que en la madrugada del 16 de agosto, y en solitario, dio a conocer ese curioso personaje que preside el ente electoral de apellido Carrasquero y a quien se le hacía difícil pronunciar la palabra ''transparencia'' y en su lugar decía ''tramparencia'', de trampa, claro.
 
Cuando el embajador de Brasil ante la OEA y jefe de la misión del organismo en Venezuela, Valter Pecly, presentó su informe ante el Consejo de la organización, parecía relatar unas elecciones en Suiza, Estados Unidos o Alemania. Para él reinó una normalidad absoluta y así lo avaló el señor Gaviria, a pesar de que en esa misma reunión aludió a las decisiones de instituciones como el Poder Electoral y el Tribunal Supremo de Justicia abiertamente favorables al régimen que preside el señor Chávez y obedeciendo a razones político-partidistas. Difícil entender este sinsentido de parte del señor Gaviria.
 
Peor, sin embargo, fue la conducta del Centro Carter, el cual se apoyó en conclusiones del CNE sobre los resultados del referendo y de un consultor que luego se contradijo. Comentaba un prestigioso analista que una conducta del Centro Carter era cuando actuaba en Africa o en Asia y otra en la América Latina. La misión del Centro Carter conocía in situ la pauta de la mayoría oficialista en el CNE, que ni siquiera aceptó la presencia de la oposición en la sala de totalización, pero fue obsecuente y dócil y contó firma por firma cuando Chávez denunció "egafraude" en el proceso de recolección de firmas para convocar al referendo.
 
Hoy la OEA tiene en sus manos tres informes de distintas fuentes, uno de un equipo integrado por los venezolanos Ricardo Hausmann, de la Universidad de Harvard, y Rigoberto Ribodón, de MIT; otro encabezado por un equipo de expertos de diferentes universidades venezolanas y del reconocido abogado Tulio Alvarez, quien lo coordinó y tituló como "Fraude a la democracia: caso Venezuela", la manipulación de los resultados del referéndum revocatorio se ejecutó de manera "continuada, selectiva y masiva''; y un tercero, de la Coordinadora Democrática, el cual conjuga una serie de denuncias de tipo político, técnico, jurídico y estadístico.
 
Una de las coincidencias en esos informes es que hubo poblaciones con más votantes que habitantes.
 
El hecho es que, contrario a lo que esperábamos los venezolanos y la comunidad internacional, el referendo revocatorio no resolvió nada y el clima de conflictividad sigue siendo una amenaza para una sociedad que, antes del advenimiento de Chávez al poder, su quehacer transcurría pacíficamente, sin los odios hoy sembrados. Y la amenaza de un autoritarismo de corte fasciostalinista.
 
La oposición organizada sigue teniendo esperanza en la comunidad internacional porque considera que el ''caso Venezuela'' no se ha cerrado, que la amenaza sigue presente. Interesante el llamado que hace ahora el señor Gaviria para que la OEA siga atenta a las denuncias de la oposición.
 
Lo cierto es que nos corresponde a los venezolanos el deber y la obligación de resolver nuestro problema. Difícilmente la Carta Interamericana se aplicará en nuestro caso, por no mencionar la palabra imposible. Muchos intereses, como el caso de las presiones de las petroleras en Washington a favor del señor Chávez, complaciente éste con las transnacionales, mientras acá, para la galería, en el patio trasero de la gran nación, la retórica es antiglobalización, antineoliberalismo, antiimperialismo.
 
"Cosas veredes, Sancho".

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