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Agapito Maestre

Escupir contra el viento

La estulticia nacionalista y el pragmatismo socialista, expertos en manipular la historia, sólo merecería desprecio si en ella no nos fuera la vida de la nación española

He criticado en la ilustrada edición andaluza de El Mundo la maldad de quienes utilizan la guerra civil española para legitimar el vacío ideológico y político en el que está postrado el PSOE. Y, sin embargo, me comenta un buen amigo: "La rehabilitación de Companys, símbolo máximo de golpista nacionalista y antiespañol, condenado en su tiempo por la República, alimentará el mito de la inexistencia de asesinatos en el bando republicano." Aquí les repito, primero, mi razonamiento sobre la perversa vacuidad ideológica del socialismo en el poder; y, en segundo lugar, les ofrezco algunos nombres de escritores y periodistas que le di como respuesta a mi amigo, con el ánimo de rehabilitar, o mejor, recordar a todos, sin excepción alguna, los muertos de nuestra (in)civil guerra. Sólo si recordamos a todos nuestros muertos, podemos construir una democracia de calidad.
 
1.- Esto escribí: Están rabiosos. No hallan caminos para perpetuarse en el poder. Sustituir a la nación por el partido es una peligrosa operación que pasa por la reducción de la política a luchas tribales. Los instintos son su tabla de salvación. Los malos instintos definen su identidad. Por eso, no es un sin sentido la barbaridad de remover nuestros fantasmas del pasado. Después de ser despedazada la nación entre tribus, el PSOE vendría a poner cordura. Es la perfecta planificación de unos desalmados que desconocen el valor de ser español. Quieren resucitar todo aquello que varias generaciones creímos enterrado para siempre. Quieren que nos volvamos a matar. Quieren arruinar el futuro de una ciudadanía construida con olvido y perdón. Nos impiden construir una memoria crítica. Asesinan el recuerdo porque nos humaniza. Sobrevivir es su obsesión. Enfrentar a los españoles del modo más salvaje es su método.
 
Escupen contra el viento porque nadie limpia la basura con su saliva. Ni siquiera reconocen a sus progenitores. Los jóvenes cachorros de un irreconocible socialismo, más nauseabundo que humano, quieren legitimarse con una memoria lesionada, fracturada, por su resentimiento. Su "planificación" ideológica está muy lejos de una democrática ciencia política, grandioso invento de Tocqueville, porque no creen en la historia como emancipación de los individuos. Porque no saben adaptar el pasado para vivir civilizadamente en el presente, repudian la ciencia de Tocqueville, que nos muestra la continuidad entre épocas, esos "lazos invisibles, pero casi siempre todopoderosos, que vinculan las ideas de un siglo a las del siglo precedente, los gustos de los hijos a las inclinaciones de los padres. De nada sirve que una generación declare la guerra a las generaciones anteriores: es más fácil combatirlas que dejar de parecerse a ellas."
 
Desconsideran cualquier otra forma de estar en "política" que no tenga su fundamento en la guerra civil. Con ello demuestran que llegaron tarde y mal a la democracia. Les faltó coraje para denunciar su colaboración con el último franquismo y ahora osan ocultarlo negando a los padres y reivindicando a un abuelo (sic). Son fantoches hasta para negar la sangre. Padre, sí, sólo hay uno; abuelos, en efecto, dos. Poco puede esperarse de quien niega su linaje. Son demócratas de boquilla. La democracia es sólo un instrumento para mantenerse en el poder. Vivir sin pasado, sin presente y sin futuro es la máxima aspiración del socialismo de hoy. El pragmatismo es su definición. Todo se reduce a vivir al día. Peor aun, al instante animal. Las tradiciones, el presente político y el futuro de la nación no les importa nada. Desconocen el significado de esas palabras. Millones de seres humanos muertos en la guerra (in)civil son la materia de trueque para mantenerse en la poltrona. ¡Miseria!"
 
2.- He aquí mi respuesta a quien me dijo: "La rehabilitación de Companys es para olvidar los asesinatos del bando republicano". Desgraciadamente, puede que detrás de ese acto no haya otra perversa intención que olvidar los asesinados del otro bando, porque para esta gente el pasado sólo es un objeto de manipulación para remover los peores resentimientos de la nación española. La estulticia nacionalista y el pragmatismo socialista, expertos en manipular la historia, sólo merecería desprecio si en ella no nos fuera la vida de la nación española. Discutir con el torpe siempre tiene el riesgo, a todas luces kantiano, de que nos confundan con él. Pero, tal y como están las cosas, es necesario dar nombres de personajes asesinados en el bando republicano que, aunque están lejos de mi pensamiento, necesitarían una rehabilitación tan merecida como la de Companys.
 
La cobardía de algunos de sus nietos a la hora de callar el nombre de sus abuelos debería figurar en un tratado sobre la maldad humana. Casi todos son escritores y periodistas y los cito por orden más o menos alfabético: Joaquín Adán, Carlos Álvarez, José María Albiñana, Rafael Alcocer, Pedro Armengol, Raimundo Arrufat, José Asenjo, Melquíades Álvarez, Ayala Pastor, Rufino Blanco, Manuel Bueno, Calvo Sotelo, Alfredo Carmona, Manuel Delgado, Zacarías García, Espinosa de los Monteros, Enrique Estévez, Ferré Guash, Gómez de la Serna (José), Ledesma Ramos, Ramiro de Maeztu, Muñoz Seca, Víctor Pradera, Honorio Maura, Primo de Rivera, De la Cuadra Salcedo, Onésimo Redondo, Requejo Sanromán, Rafael Salazar, José San Germán, Antonio Torró, Luis Urbano, Santiago Vinardell y Julián Zarco. Hallar otros 300 nombres, también de escritores y periodistas, que fueron asesinados por los "rojos" en el 36 o con posterioridad, sería muy sencillo. Basta consultar La Causa General.

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