Con un talante nada dialogante y con un talento limitado exclusivamente a las tareas de propaganda, Zapatero ha consolidado en sólo seis meses de Gobierno un giro radical de la política española en todos los ámbitos. Un giro no ya a la izquierda, como cabía esperar, sino a la extrema izquierda. En lo nacional, se ha cargado el Plan Hidrológico Nacional, la Ley de Calidad de la Enseñanza, ha homenajeado al golpista Companys y prefiere a Esquerra Republicana y al PCE antes que al PP. En lo internacional, prefiere a Fidel Castro y Chávez antes que a Blair o a Bush, a cuyo país afrentó expulsándolo del desfile de la Hispanidad y, encima, luego se quejó por la ausencia del embajador norteamericano. En lo económico, se abona al déficit antes que al equilibrio presupuestario. En lo moral, ha declarado la guerra a los católicos. En la Justicia, pretende cambiar las reglas del juego para domeñar al Consejo del Poder Judicial. Y en cuanto al Legislativo, el Parlamento se ha convertido en una permanente piedra de escándalo por su negativa a investigar la masacre del 11-M cuyo objetivo era influir en los resultados del 14-M, echando del Gobierno al PP y colocando en su lugar al PSOE. Cumplida esa misión, el PSOE parece deleitarse en alimentar la sospecha de que si no ha estado detrás de la masacre, mucho menos piensa ponerse en frente, es decir, a buscar a sus causantes, no sea que los encuentre.
Federico Jiménez Losantos
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Un Gobierno de Extrema Izquierda
En resumen, que tenemos un Gobierno de extrema izquierda, y aún no sabemos quién provocó la masacre que lo llevó al Poder. Esta es la situación política real de España. Y el que no lo ve es porque no lo quiere ver
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