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Juan Carlos Girauta

En manos de un radical

Hay un abanico de actitudes posibles ante la evidencia de que el poder ha quedado en manos de un hombre cuyos referentes en teoría política oscilan entre Juan Salvador Gaviota y los panfletos de Chomsky

A la hora de justificar los constantes cambios en sus políticas, tanto los medios simplemente adeptos a Rodríguez como los medios entusiastas, que sumados conforman la práctica totalidad del panorama periodístico español, gustan de recordarnos que no ha habido ejecutivo español en democracia que no se haya permitido el lanzamiento de globos sonda.
 
Dejando a un lado que los vaivenes del actual gobierno son objetivamente los más desconcertantes, y que los ministros deberían llevar biodraminas a los consejos, sería un error conformarse con un análisis superficial que se limitara a subrayar la descoordinación, la inexperiencia y hasta la falta de proyecto político de quienes ostentan el poder sin acabar de creérselo.
 
Hay un abanico de actitudes posibles ante la evidencia de que el poder ha quedado en manos de un hombre cuyos referentes en teoría política oscilan entre Juan Salvador Gaviota y los panfletos de Chomsky. Puede el analista dejar correr el tiempo regodeado en la ironía, que no está mal; puede agotarse denunciando las incoherencias diarias; puede por fin proclamar lo que todos en el fondo ven: que Rodríguez es exactamente lo que parece.
 
Pero el rigor crítico exige algo más. No se trata de que este PSOE zapaterizado no tenga valores. Los tiene. Lo terrible es constatar cuáles son. El PSOE de la "recuperación (parcial) de la memoria histórica" que resucita la propaganda estalinista sobre España, el de la batería de medidas contra la Iglesia Católica, el que esgrime pseudoderechos de nuevo cuño sin preocuparse por la salud de los derechos de siempre, el de la estigmatización del adversario, el suscrito a la mentira organizada y el chantaje emocional, el que quiere ocultar el quién y el por qué y el para qué del 11 M, el que se dispone a tomar el poder judicial, el que nos enemista con los Estados Unidos, se inclina ante Marruecos, ve las causas al terror y exige reflexión. Ese es el PSOE de Rodríguez.
 
Le rodean algunas personas capacitadas porque la lógica del poder obra por sí sola y es imposible llenar el gobierno de zurupetos. Cuando hablan, desmienten a su presidente. No es que rectifiquen políticas, no es que corrijan decisiones mejorables; es que niegan el sistema de valores de su jefe. La vicepresidenta ha calificado al terrorismo, contraviniendo a su superior y negando la legitimación moral de la "causa". Qué decir de Solbes, cuya visión económica tiene, frente a la de Rodríguez, la ventaja de existir.
 
El presidente no es exactamente anómico. Tiene valores que son contravalores: los del relativismo moral y cultural, los de la negación histórica y jurídica de la nación, los del revanchismo y la alimentación del mito del enemigo interno. Negarse a admitir que nos gobierna un radical pertrechado con algunas de las señas de identidad del totalitarismo sólo porque sonríe todo el tiempo y porque "es una buena persona" resulta patéticamente infantil y temerariamente acrítico.

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