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Daniel Pipes

Mimar a un terrorista cuesta votos

El votante norteamericano recompensa una política dura contra los sospechosos de lazos con el terrorismo

¿Cuál es el tema que el Palm Beach Post llama "casi el único asunto", y que "está jugando un papel de pivote" en la batalla del Senado Norteamericano por Florida?. No es la sanidad, los impuestos, la educación, la economía, ni siquiera Irak. En su lugar, los dos candidatos principales están enzarzados en una discusión feroz sobre Sami Al-Arián, un acusado de ser un terrorista islamista. Su batalla enseña lecciones para el futuro.
 
Al-Arián, un inmigrante palestino, era profesor de ingeniería en la University of South Florida cuando en 1994, el periodista de investigación Steven Emerson desveló un documental que establecía que, como presidente del Comité Islámico por Palestina, Al-Arián encabezó "el principal grupo de apoyo en Estados Unidos a la Jihad Islámica [palestina]", un destacado grupo terrorista.
 
¿Cómo respondió el superior de Al-Arián a estas noticias?. Betty Castor, la entonces presidenta de la USF y hoy candidata Demócrata al Senado, ni tomó medidas para despedir a Al-Arián, ni le criticó. En su lugar, ordenó una revisión de su expediente y no es hasta 1996 cuando le abrió un trámite administrativo no disciplinario con sueldo completo – una especie de vacaciones pagadas. Cuando el gobierno norteamericano no logró procesarle en 1998, ella habilitó a Al-Arián en su antiguo puesto en la enseñanza y un año más tarde ella abandonó la USF.
 
(Solamente tras la aprobación de la USA PATRIOT ACT, que da acceso a las fuerzas del orden a información de inteligencia, Al-Arián fue finalmente procesado en febrero del 2003 y arrestado bajo cargos de terrorismo).
 
Mel Martínez, el oponente Republicano de Castor, argumenta que Castor mostró "una dirección débil" al no proteger a su universidad de la Jihad Islámica, enarbolando la libertad académica en lugar de acabar con una célula terrorista en el campus despidiendo al hombre al que llama "el profesor de terrorismo".
 
Castor responde que las reglas de la universidad y del sindicato le ataron las manos. A continuación, ella pasó a la ofensiva, sacando de la chistera una foto de George W. Bush haciendo campaña en un festival de la fresa en Florida en el 2000 -- y quién si no iba a estar allí, haciendo muecas con el futuro presidente, sino Al-Arián. El anuncio de Castor argumenta que "como presidente de la campaña de Florida de George Bush, Martínez permitió que el sospechoso de terrorismo Sami Al-Arián hiciera campaña con Bush, años después de que Betty Castor suspendiera a Al-Arián".
 
Esta acusación parece fuerte – si no fuera por los tres errores efectivos que la minan: Martínez no era presidente, sino uno de los ocho co-presidentes honorarios; él "no impidió" que se tomara la fotografía, sino que no tenía conocimiento de un acto espontáneo en la campaña; y Castor dio a Al-Arián unas largas vacaciones pagadas en lugar de suspenderle (que es una acción disciplinaria).
 
En general, la campaña de Martínez precisa correctamente que los dos candidatos no pueden tener historiales más dispares. "Mel Martínez nunca permitió que Sami Al-Arián hiciera algo, al contrario que Betty Castor, que permitió que Al-Arián operara en su campus durante seis años". O en una formulación más acre de Rudy Giuliani, Castor "fue incapaz de imaginarse cómo despedir a un presunto terrorista".
 
Lou Magill, el presidente de la campaña de Martínez en el Condado de Seminole, lo encumbró en un e-mail a los partidarios: "Usted y yo somos la primera línea en la guerra contra el terror, porque si Castor tiene éxito, perdemos esa guerra".
 
Ambos candidatos "se ven arrastrados por Al-Arián", observa Marc Caputo en el Miami Herald. Pero allí cesan los paralelismos, dado que el público hasta el momento ha castigado a Castor y ha recompensado a Martínez. Se da cuenta de que para Martínez, Al-Arián no era un tema de debate, mientras que Castor fracasó durante seis años en la gestión del problema que presentaba el profesor.
 
Según una encuesta de Masón-Dixon, el tratamiento suave de Castor hacia Al-Arián es su "principal debilidad". Un consejero de Martínez divulga que cuando se pregunta, "¿quién cree que es el mejor para el terrorismo?" los votantes favorecen a Martínez 2 a 1. Martínez también disfruta de un incremento del 20% en los votantes que desde agosto le ven favorablemente; Castor apenas ganó un 4%.
 
La campaña "todo sobre Al-Arián, todo el tiempo" tiene varias implicaciones:
 
- Mientras que el terrorismo islamista crece tanto como amenaza como en la capacidad, cómo tratan con él los políticos norteamericanos se está haciendo más central para su atractivo como candidatos y su futura estatura como líderes.
- El votante norteamericano recompensa una política dura contra los sospechosos de lazos con el terrorismo.
- Los dos principales partidos deben ignorar a los activistas (Grover Norquist por los Republicanos, James Zogby por los Demócratas) que discuten cortejar el voto islamista.
 
Quién ganará la ajustada carrera de Florida no está claro; está claro sin embargo, que los políticos que miman a los terroristas han adoptado una estrategia electoral para perder.

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