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Encarna Jiménez

La autorregulación

Es más que dudoso que Telecinco renuncie a “Aquí hay tomate” y a seleccionar para “Gran Hermano” a personajes con ribetes monstruosos. Tampoco creo que le encargue a Sardá que vuelva a hacer “Los gallifantes” para niños.

El Gobierno, a través de la vicepresidenta Fernández de la Vega, quiere esta semana sentar las bases del “saneamiento” de la televisión. La defensa del menor es la razón principal, ya que es evidente que se incumplen las normas sobre contenidos en horario infantil y juvenil y que el proceso de deterioro en el último año ha sido más que evidente, pero también existe la batalla por la audiencia en la que las cadenas privadas se juegan mucho y, mientras puedan, se resistirán a que TVE utilice la eliminación de programas “basureros” para frenar un descenso imparable de su cuota de audiencia frente a Antena 3 y Telecinco.
 
En estos momentos, “tomates” y “Gran Hermano”, programas de testimonios, culebrones con historias truculentas y espacios de sucesos llenan la tarde en cadenas públicas y privadas. Ninguna televisión —tampoco TVE— estaría dispuesta a cortar por lo sano y poner una programación para niños. Primero, porque ya ni se acuerdan de cómo se hace y, segundo, porque su maquinaria empresarial se resentiría. En principio, y dado que pueden empezar a llover multas, aunque sean tan absurdas como las que se ponen por no anunciar con once días los cambios en la programación, Antena 3 y Telecinco van a mostrar su buena disposición para limar algunos aspectos escandalosos y poner coto a la espiral de zafiedad y mentira de los programas en directo, pero es más que dudoso que Telecinco renuncie a “Aquí hay tomate” y a seleccionar para “Gran Hermano” a personajes con ribetes monstruosos. Tampoco creo que le encargue a Sardá que vuelva a hacer “Los gallifantes” para niños.
 
También es improbable que Carmen Caffarel elimine de un plumazo la doble sesión de culebrones y estire su afán pedagógico hasta la segunda edición del telediario, llevándose por delante “Gente”. Antena 3 tampoco va a desistir en su empeño de mantener una audiencia que, aunque sigue informativos y ficción, acude a los programas de entretenimiento similares a los de Telecinco.
 
El periodo de buenas intenciones durará el mes de noviembre, una época de tanteo que nos situará a las puertas de la Navidad, en la que todo es miel y programas enlatados, y con eso llegaremos al momento histórico del dictamen de los “sabios” que puede acabar siendo el parto de los montes.
 
Si la reforma va en serio tendrá que superar varios obstáculos, y no es el menor el que los sindicatos de TVE vean que la cadena pública se desentiende de la rentabilidad, es decir, búsqueda de audiencia, y que las cadenas privadas y los grupos mediáticos que las sostienen consideren un acoso gubernamental las condiciones y se revuelvan. El margen de maniobra es, pues, escaso, pero todavía cabe la esperanza de que haya juego limpio en una negociación que podría tener un efecto benéfico para los telespectadores.

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