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Ignacio Villa

El álbum de Zapatero

convoca a todo el poder autonómico y no "considera conveniente" hablar de eso mismo, del modelo de Estado

A Jose Luis Rodríguez Zapatero parece que le ha dado por ir atesorando, mientras disfrute de las mieles del poder, un album de fotografías. El presidente del Gobierno ha concentrado todo su esfuerzo político, en seis meses en Moncloa, en gestos y más gestos. No tiene ningún recato para sacrificar el contenido de sus políticas si a cambio consigue la imagen que quiere y que busca. Zapatero quería la foto de la Conferencia de Presidentes, y ya la tiene. Pero por su parte queda poco más. Mucho espectáculo pero poco recorrido. Operación de propaganda a costa de un mensaje vacio e irrelevante.

Esa actitud del Jefe del Ejecutivo es muy preocupante. Incapaz de planter con valentía la cuestión nacional, se ha escondido a la hora de plantear esas reformas constitucionales de las que ha hecho bandera. Zapatero lleva meses hablando sobre las reformas de la Constitución, el Senado y algunos Estautos de Autonomía. Pero, mira por donde, convoca a todo el poder autonómico y no "considera conveniente" hablar de eso mismo, del modelo de Estado. El silencio de Zapatero, sin embargo, ha dejado vía libre a Maragall e Ibarreche para que campen a sus anchas como sí aquí no pasara nada.

Esta Cumbre de Presidentes se ha convertido en un escenario improvisado para que Pascual Maragall y Juan José Ibarreche se presenten  en sociedad con una normalidad que nada tiene que ver con la realidad. Nadie se puede olvidar que ambos, desde sus Gobiernos respectivos, están poniendo en marcha un proceso de separación de España. Cada uno a su estílo, pero con el mismo fondo, buscan romper precisamente la "armonía artificial" de la Conferencia. El silencio de Zapatero ha dejado todo el protagonismo a dos presidentes autonómicos que no están de acuerdo con la verdadera España autonómica. Una vez más el Jefe del Ejecutivo ha buscado una foto importándole muy poco lo que venga después. Zapatero calla mientra que Maragall e Ibarreche le comen el terreno.

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