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Malabarismos en el Peñón

Para desbloquear la situación Moratinos ha ideado una estrategia tan sofisticada como inteligente: ceder a las exigencias de la otra parte.

Nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores nos invita a celebrar el inicio de una nueva etapa en el tratamiento de la cuestión gibraltareña, entre sonrisas de los responsables de la diplomacia británica y española ¿Qué ha ocurrido para que las partes –España, Reino Unido y Gibraltar– estén de acuerdo?
 
En la memoria guardamos recuerdos de las esperanzas de lograr un entendimiento en los años en que Piqué se encontraba al frente de nuestra diplomacia; la desilusión posterior, cuando quedó claro que los Comunes no entregarían la soberanía a España en contra de la voluntad de los llanitos; el referéndum organizado en el Peñón para enviar a Londres un mensaje claro sobre cuáles eran sus aspiraciones; el rifirrafe entre los secretarios de Defensa y Asuntos Exteriores sobre los intereses británicos en el Estrecho; la negativa de Blair a discutir de este tema con Zapatero en Londres y, por último, los fastos de la celebración del aniversario de la toma.
 
Para desbloquear la situación Moratinos ha ideado una estrategia tan sofisticada como inteligente: ceder a las exigencias de la otra parte.
 
La coherencia es innegable en desarrollar una estrategia que bien podríamos denominar de "rendición anticipatoria" (pre-emptive surrender): ante cualquier problema medianamente serio primero nos rendimos y a continuación nos disponemos a negociar dura y concienzudamente. Cuando el terrorismo islamista atacó en Madrid nuestros gobernantes se apresuraron a huir vergonzosamente de Irak, causa, según habían repetido, de que fuéramos objeto de aquella agresión; ante la toma del islote de Perejil y las subsiguientes amenazas del gobierno de Rabat, les entregamos la soberanía del Sáhara olvidando compromisos internacionales, doctrinas de Naciones Unidas y años de retórica solidaria socialista; frente al estancamiento de la negociación sobre Gibraltar dejamos atrás las posiciones sustentadas durante décadas y nos plegamos a las condiciones de los llanitos.
 
La posición española, desde Oreja hasta Piqué, valoró mal tanto el papel de la comunidad gibraltareña como la posibilidad de que los Comunes se desprendieran de la colonia. Sobró talante jurídico y faltó sentido común e imaginación. Pero giros malabares como el representado por Moratinos –en Irak, Marruecos o Gibraltar– sólo ponen en evidencia nuestra debilidad y falta de coherencia, la combinación perfecta para llegar... a donde ellos nos quieran llevar.

GEES, Grupo de Estudios Estratégicos

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