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Pablo Molina

Eurabia

Quizá inconscientemente, ZP hacía méritos para el ingreso de España en el selecto club Euro-árabe. El requisito principal para la admisión —una vez más, el enemigo no es el Islam, sino Norteamérica— triste es decirlo, lo cumplimos holgadamente

Bat Ye’or, nacida en Egipto, refugiada política en Londres, nacionalizada británica por matrimonio y profesora de Ciencias Sociales en Suiza, es  la principal autoridad mundial en «dimitud». En una sustanciosa entrevista concedida a la web Frontpage Magazine, como preludio a la inminente publicación de su nuevo libro “Eurabia: el eje Euro-árabe”, Bat Ye’or analiza las raíces del antiamericanismo y el furibundo antisionismo europeos.
 
El concepto de dimitud, acuñado por la propia autora, proviene a su vez del término «dhimmi», una palabra árabe que significa «protegido», y que servía a los conquistadores árabes musulmanes para referirse a las poblaciones indígenas de los países vencidos, que se sometían a la dominación del Islam a través de un tratado llamado «dhimma». En un sentido actual y más amplio, la dimitud es la actitud sumisa de una parte de nuestras sociedades europeas a los imperativos de la religión islámica, en el vano intento de apaciguar a los instigadores del terrorismo musulmán contra occidente.
 
Para Bat Ye’or, la dimitud europea actual tiene su origen en la existencia de una realidad geopolítica concreta, que surge con los acuerdos de 1973 entre los nueve países de la Comunidad Económica Europea y los países árabes mediterráneos. Se trata de un complejo sistema de alianzas y acuerdos elaborados al más alto nivel por representantes de la entonces CEE y los delegados de la Liga Arabe, que finalmente fructificaron a través de una Asociación para el Diálogo Euro-Arabe, creada en julio de 1974 en París. Esto es Eurabia.
 
Eurabia, en rigor, «no es sólo una red de varios acuerdos sobre diversos campos. Es esencialmente un proyecto político para una total simbiosis cultural y demográfica entre Europa y el mundo Árabe, en el que Israel quedaría disuelto y Norteamérica aislada y retada por un emergente territorio euro-árabe, interconectado con el mundo musulmán e investido de un tremendo poder político y económico en asuntos internacionales. Las políticas de multilateralismo y diplomacia blanda expresan bien esta profunda simbiosis. Los acuerdos euro-árabes son meramente las herramientas para la creación de este nuevo ‘continente’».
 
«Es un proyecto —continúa la profesora Ye’or— que fue concebido, planeado y llevado a cabo consistentemente a través de la política de inmigración, la propaganda, el apoyo de la iglesia, asociaciones económicas y de ayuda, así como la colaboración cultural, mediática y académica. Generaciones enteras han crecido en este marco político, siendo educados y condicionados a apoyarlo y seguir sus directrices. Este es el origen del fuerte sentimiento antiamericano en Europa y su obsesión paranoica con Israel, dos elementos que forman la piedra angular de Eurabia».
 
El antiamericanismo y el sentimiento antijudío Euro-árabe tiene hasta su propio martirologio —laico, eso sí. Por ejemplo, «el pasado mes de mayo, los ministros de asuntos exteriores europeos aprobaron la creación de la Fundación Anna Lindh para el Diálogo entre Culturas, con sede en Alejandría, Egipto. Anna Lindh, Ministra de Asuntos Exteriores de Suecia, asesinada por un perturbado mental, fue uno de los principales abogados de la causa palestina y del boicot a Israel. Lindh era bien conocida por sus críticas a las políticas israelíes y norteamericanas de autodefensa contra el terrorismo. El jefe de la política exterior de la UE, Javier Solana, era un gran amigo de ella, a la que denominó como ‘una verdadera europea’».
 
El magma antiamericano que promueve esta opción estratégica explica así mismo, para la profesora Ye’or, la furiosa ofensiva de una parte considerable de las sociedades europeas contra la segunda parte de la Guerra del Golfo, pues «es el contexto euro-árabe, representativo de una cultura y política totalmente antiamericana y antisionista, lo que explica la dura reacción contra la guerra en Irak, integrada dentro de la guerra contra el terrorismo islámico. Un terrorismo que Eurabia ha negado, culpando en su lugar a la ‘injusticia de la ocupación israelí’ y a la ‘arrogancia’ norteamericana. Eurabia ha transformado el terrorismo islámico en un cliché: ‘América es el problema’, en orden a consolidar la red de alianzas que sostienen su visión geoestratégica».
 
En cuanto al plano institucional, la apuesta euro-árabe tiene también un fiel reflejo en las posiciones políticas que la UE ha manifestado siempre respecto a Oriente Medio. No hay más que «examinar las declaraciones de la CEE/UE desde 1977 respecto al conflicto árabe-israelí, para darse cuenta enseguida de que apoyan las decisiones y posiciones de la Liga Arabe: Las líneas del armisticio de 1949 impuestas a Israel, aunque nunca se reconocieron como fronteras internacionales; la creación en esas fronteras de un estado palestino no mencionado en la resolución 242 de la ONU; el reconocimiento de la Autoridad Palestina como única representante del pueblo palestino y de Arafat como su líder, con la obligación para Israel de negociar exclusivamente con él y el rechazo inicial de formular tratados de paz separados. La UE aceptó todas esas exigencias de la Liga Arabe, con repetidas amenazas de boicot económico y cultural a Israel, constantemente pedido por los europeos más cercanos a sus aliados árabes y su poderoso lobby, la Asociación de Parlamentarios por la Cooperación Euro-Arabe».
 
Pero la autoría de este diseño estratégico tiene nombre y apellidos. Se trata de algunos de los principales muñidores de la alta política europea; en concreto «notables integrantes de Eurabia como Chirac, de Villepin, Solana, Prodi y otros, (que) han puesto el acento continuamente en la centralidad de la causa palestina para la paz mundial, como si un mayor envilecimiento hacia Israel por parte europea pudiera cambiar algo en la yijad global puesta en marcha por el terrorismo islámico. (...) Desde esta perspectiva, la sola existencia de Israel —no el genocidio yijadista en curso— es la amenaza para la paz».
 
En este contexto, la determinación política y militar del actual presidente norteamericano no puede sino encontrar una fortísima oposición a este lado del Atlántico. Para la profesora Ye’or «la violenta tendencia europea anti-Bush está estrechamente ligada a la situación interna europea. La declaración de guerra de Bush al terrorismo islámico desveló una realidad cuidadosamente oculta en Europa, exhibiendo su extrema fragilidad; una situación que fue compensada por una explosión de antiamericanismo y antisemitismo organizado por las redes euro-árabes».
 
El panorama de futuro es bien pesimista, pues «la guerra será ganada sólo si la llamamos por su nombre, si le hacemos frente y si reconocemos que obedece reglas específicas de guerra que no son las nuestras; y si las democracias y los musulmanes moderados dejan de justificar esos actos contra otros países. La política de colusión y apoyo a los terroristas para obtener autoprotección es un engaño».
 
Nuestro actual Presidente del Gobierno, también en esto llega tarde, propuso recientemente una “alianza entre civilizaciones”, que, conjugada con una valerosa huída militar de los escenarios de conflicto, aplaque finalmente a los terroristas islámicos. Quizá inconscientemente, ZP hacía méritos para el ingreso de España en el selecto club Euro-árabe. El requisito principal para la admisión —una vez más, el enemigo no es el Islam, sino Norteamérica— triste es decirlo, lo cumplimos holgadamente.

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