Los aprobados generales de los años setenta, que sembraron el país de licenciados ciruela prestos a sentar cátedra, y la fatídica Logse, han unido sus devastadores efectos sobre la opinión favoreciendo un equívoco: el del paralelismo entre los partidos estadounidenses y españoles. Los demócratas serían como el PSOE pero mejor vestidos, los republicanos como el PP pero sin complejos. Kerry sería un Rodríguez estirado y Bush un Aznar simpático. La falta de matices se sustituye por una analogía dicotómica. Pero nada de eso hay, o muy poco. ¿Cómo explicar, si no, que los mejores especialistas en relaciones internacionales del PP se identifiquen con el partido demócrata?
Sorprenderá también la política antiterrorista y para Oriente Medio que va a adoptar la administración americana si Kerry accede a la Casa Blanca. Analistas conspiranoicos obsesionados con New American Century y alelados por Bruce Springsteen y Susan Sarandon, sostienen que, gane quien gane, los neocon ya han perdido. Que esperen unos días. Si gana Bush, no será porque guste su política económica: se avalará una estrategia de seguridad global –eje de la campaña– que, según él viene repitiendo desde 2001, no ha hecho más que empezar. Se avalarán las acciones de anticipación y la decisión de dejar Irak sólo con una democracia en marcha y sin vuelta atrás. Se avalará un compromiso a largo plazo con la resolución a enfrentarse con cada uno de los estados canallas (no necesariamente a la vez).
Si gana Kerry, exigencias ineludibles de marketing político obligarán a su equipo a reforzar su flanco débil, el de la seguridad y el liderazgo, y combinará acciones en el exterior similares a las que viene protagonizando Bush con un discurso más firme y más claro si cabe que el de su antecesor acerca de lo que pueden esperar de él el terrorismo islamista y los países que lo protejan, financien o alienten. La razón es que su historial ofrece dudas; disiparlas será el objetivo prioritario. Por estas y otras razones, las posiciones estadounidenses que más molestan a la izquierda europea y a su derecha antiamericana no se moverán: ni retirada de Irak, ni abandono a su suerte de Israel, ni revisión del principio de anticipación bélica, ni tribunales internacionales. Ni tratado de Kioto.