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Sally Pipes

Polémico Nobel de Literatura

es una izquierdista, militante feminista y totalmente hostil al gobierno de George W. Bush. Su nuevo drama, "Babel", tiene que ver con el tratamiento de prisioneros, por parte de soldados de EEUU, en la cárcel Abu Ghraib

Del extremo norte de Europa proviene la más reciente evidencia de que las mujeres son todavía objeto del mero cumplimiento de apariencias y descarada explotación política. Me refiero a Elfriede Jelinek, ganadora del Premio Nobel 2004 de Literatura.
 
Para aquellos que no la han leído, la señora Jelinek nació en 1946 en el pueblo austriaco de Muerzzuschlag. Solamente 10 mujeres han ganado el Nobel de Literatura desde que fue creado hace 103 años. La anterior ganadora fue la polaca Wislawa Szymborska, en 1996.
 
Jelinek dijo a los reporteros: "Me aseguraron que el premio me lo habían concedido porque valoran mi trabajo, no porque soy mujer". Puede que sea así porque ella es una izquierdista, militante feminista y totalmente hostil al gobierno de George W. Bush. Su nuevo drama, "Babel", tiene que ver con el tratamiento de prisioneros, por parte de soldados de EEUU, en la cárcel Abu Ghraib, en Irak.
 
Le tocó al secretario permanente del Comité del Premio Nobel, Horace Engdahl, negar que la selección de este Nobel de Literatura fuese un mensaje político. Pero obviamente no quisieron ver las asombrosas posiciones políticas de Jelinek.
 
En 1974 se afilió al Partido Comunista de Austria, algo que una persona comprometida con la democracia, la libertad de prensa y la libertad de expresión nunca haría. Perteneció al Partido Comunista hasta el año 1991, el mismo año que dejó de existir la Unión Soviética. Hay que ser una persona muy especial para seguir creyendo en el comunismo cuando tantos europeos del este escapaban en la primera oportunidad que se les presentaba.
 
Ninguno de los periodistas que escribieron sobre el Premio Nobel de Literatura le preguntó a Jelinek acerca de su opinión respecto a las políticas de emigración de Alemania Oriental, la persecución del sindicato  Solidaridad en la Polonia comunista ni la proscripción de escritores y artistas por parte de todos los regímenes comunistas. Si sentía algún arrepentimiento, no se lo dejó saber a nadie. Y mantiene que siempre está del lado de los débiles, nunca de los poderosos.
 
El tema del comunismo también fue planteado este año con respecto a la ganadora del premio Nobel de la Paz, otra mujer, la doctora Wangari Maathai, ecologista de Kenya que fue seleccionada después de la decisión de ampliar el alcance del premio para incluir la defensa del medio ambiente. Maathai, de 64 años de edad, es congresista y viceministra de Medio Ambiente.
 
Maathai es la primera africana que gana ese premio y dirige el movimiento Cinturón Verde que ha plantado 30 millones de árboles en Africa. Maathai mantiene que el SIDA es un arma biológica desarrollada como parte de una infernal conspiración para destruir a los negros. Pero no dice quien es responsable de ese complot racista.
 
A Lech Walesa, ganador también del premio, le sorprendió que este año fuese concedido a un ecologista. Añadió que quizás se debe a que ya no hay apartheid ni comunismo.
 
Lamentablemente, el comunismo sigue vigente en el país más poblado del mundo, China, nación que ha ocupado a Tíbet desde 1995. Uno se pregunta qué pensará de eso Elfriede Jelinek. Quizás los ganadores el próximo año ofrecerán un plan para que China se retire del Tíbet y deje de amenazar a Taiwán.
 
Corea del Norte y Cuba siguen siendo campos de concentración estalinistas, bajo el puño de megalómanos, Kim Jong-Il y Fidel Castro.
 
Como decía F. A. Hayek, el socialismo facilita que los más crueles obtengan el poder. A las mujeres les convendría mucho más leer "Camino de servidumbre" de Hayek que la obra de Jelinek. Por su parte, los miembros del comité de los Premios Nobel deberían de dejar de explotar a las mujeres en respaldo de sus opiniones políticas.
 
© AIPE
 
Sally C. Pipes es presidenta del Pacific Research Institute

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