Menú
Lucrecio

Gravedad de lo real

Para la SER, en la madrugada ya del miércoles, Kerry era el indiscutible nuevo presidente americano

Hecho a suplir realidades por ficciones (así funciona en nuestro país la política), Rodríguez empeñó el futuro internacional de su Gobierno en una aseveración dogmática: los días de Bush como presidente estadounidense estaban contados. La posibilidad de errar en lo que, más que un análisis, era un casi infantil proyección de deseo, no fue siquiera tomada en cuenta. Y a tanto llegó el fervor en el apoyo John Kerry, que hubo de ser el candidato mismo quien pidiera un punto de pudor a su entusiasta fan madrileño. Kerry sí sabía la abismal realidad que separaba su programa de la rendición incondicional practicada por el PSOE al día siguiente de ganar las elecciones bajo el clima del terror desencadenado por el 11 de marzo. Y, sobre todo, Kerry, cuyo programa de política internacional era al menos tan belicista como el de Bush, entendía muy bien que el apoyo de semejante arquetipo de político derrotista, era como un bloque de granito atado al cuello del nadador a punto de saltar a la piscina.
 
Hasta ayer mismo Rodríguez y su Desatinos perseveraban en esa suicida apuesta por los callejones sin salida. Y, en su nombre, seguía aún, en la medianoche del martes, perseverando en la negación de lo ya sucedido la misma SER de lo calzoncillos suicidas, de la cual cada vez más el inquilino de la Moncloa es apenas una bastante tosca marioneta. Para la SER, en la madrugada ya del miércoles, Kerry era el indiscutible nuevo presidente americano.
 
No es extraño. Suplir la realidad por el deseo de Cebrián-Polanco es factible en España. Tanto como para hacer caer un Gobierno, si así le viene en gana. Y bastante más que un Gobierno, si ello se terciara. Pero es éste un país huero de autonomía ciudadana; país en donde las dulces ficciones gozan siempre de mejor acogida que los rudos hechos. Cebrián, Polanco y su mandado en la Moncloa acunan primorosamente el adormecimiento de cualquier conciencia política asentada en los hechos. A fuerza de imponer a la opinión pública sus delirios como realidades, tal vez ellos también han acabado por creérselos. El duro despertar lo pagaremos todos.
 

En Internacional

    0
    comentarios