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Ricardo Medina Macías

Miedo a la destrucción creativa

Las empresas se hacen para generar valor, primero para los accionistas, satisfaciendo con eficacia necesidades de los consumidores. De paso, se crean empleos

A casi cien años de que el economista austriaco Joseph Schumpeter describiera la destrucción creativa como el fenómeno fundamental del desarrollo económico, el asunto sigue sin entenderse. Peor todavía, nos atemoriza.
 
Mi segundo empleo fue de mensajero en unas vacaciones escolares. Un empleo que visto con los ojos de hoy resulta absurdamente improductivo, poco menos que idiota.
 
A nadie, en estos tiempos del correo electrónico, se le ocurriría pagar un salario por minúsculo que fuese a un muchachito para que lleve de aquí para allá papeles, cotizaciones, contratos para firmar, recibos o planos arquitectónicos.
 
En aquellos días, en cambio, el mensajero –cadete le llaman en otras latitudes– era un personaje imprescindible en una oficina. Lo mismo servía para ir por unos refrescos a la tienda de la esquina que para entregar –"en mano, ¡no se te olvide!"– la enésima carta urgiendo el pronto pago al cliente remolón; eso sí acompañada con "las seguridades de nuestra más atenta consideración" o algo así que la mecanógrafa había escrito al final de la misiva.
 
Lo hice mal como mensajero. Un día perdí cuatro horas buscando la calle Progreso para enterarme, demasiado tarde, que en la Ciudad de México de entonces había cuando menos tres calles con ese nombre. Por supuesto, atiné con la dirección correcta al tercer y último intento. Hoy, los mismos papeles llegan de México a Shangai, vía electrónica, en menos de tres minutos.
 
La destrucción creativa –es decir, la revolución tecnológica– convirtió en obsoleto el empleo de mensajero. Repito, visto así, con ojos de hoy, es un empleo tan improductivo que suena idiota.
 
Pero se ha puesto de moda en México, merced a la publicidad de alguna organización empresarial, decir que la función de las empresas es crear empleos. Tengo para mí que es un estribillo publicitario totalmente equivocado; como querer resucitar a los mensajeros de la oficina en tiempos del correo electrónico.
 
Las empresas se hacen para generar valor, primero para los accionistas, satisfaciendo con eficacia necesidades de los consumidores. De paso, se crean empleos, y mientras más remunerados mejor, siempre y cuando las remuneraciones surjan de la competitividad y de que se ha servido a los consumidores con bienes y servicios de mejor calidad y precio. Pensar en los empleos como terapia ocupacional o subsidio disfrazado es indigno para los empleadores, pero sobre todo para los empleados. La función de las empresas es generar utilidades en un mercado competido, donde los consumidores son libres de elegir entre varias opciones. Para lograrlo, hay que hacer las cosas bien y cada vez mejor.
 
Esos son los empleos que resisten cualquier destrucción creativa y esos son los empleos que necesita todo país. Mientras más de esos empleos, mejor. Los otros empleos, los improductivos, los que exigimos sólo porque "¿ahora qué hago con mi título?" sólo generan más pobreza.
 
© AIPE
 
Ricardo Medina Macías es analista político mexicano

En Libre Mercado

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