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Cristina Losada

Clan... destinos privilegiados

La rebelión en los platós ha durado lo que han tardado sus inspiradores en conseguir prebendas. Son clandestinos, pero del clan destinos privilegiados

Nueve meses ha tardado "Hay motivo" en convertirse en "no hay motivo". Ha sido un embarazo normal y previsible. Gestado cuando mandaba el malvado PP, llega a los cines en la bondadosa era de ZP, por lo que sus autores, cineastas de pro, antes de contra, afirman que todo ha cambiado. Para bien. Imanol Uribe ya no salta "como antes" cuando ve los informativos. Sigfrido Monleón dice que una vez aprobada la adopción por los matrimonios de homosexuales desaparecen las razones que le llevaron a filmar su guión. Icíar Bollaín y Chus Gutiérrez conceden que en la sanidad y la educación, que eran objeto de sus denuncias, no pueden esperarse cambios en tan poco tiempo. Los rebeldes con causa se han vuelto corderos.
 
Con causa también, pues no han sido pocas las dádivas prometidas por el gobierno para compensar la buena conducta del colectivo. Y ello a pesar –o tal vez porque– los del PP no les escatimaron las subvenciones. Si hay algo contra lo que se rebelan estos cineastas, y otros colectivos de la cultura española, es el mercado. La libertad de elección de los consumidores. No pueden ellos, genios nunca suficientemente reconocidos, someterse al veredicto de esos vulgares parias que son los espectadores.
 
Conscientes, sin embargo, de que el papel de "rebeldes" y "víctimas" de la represión constituye un buen reclamo en ese mercado que detestan cuando no les favorece, cuidan la pose. Y así, el que ya no salta dice que en marzo la película "se distribuyó de manera atípica, casi clandestina", sin importarle que al mismo tiempo otro del grupo afirme que fueron numerosas las descargas que del producto se hicieron desde Internet. O que el Gran Wyoming sentencie que el cine español es "más contundente que el de Michael Moore, porque el efecto de "Hay motivo" sí fue devastador".
 
Gracias a estas luminarias nos enteramos de dos cosas, por lo menos: una, que los que escribimos en Internet estamos "casi" en la clandestinidad, y seguro que más que ellos, pues las vicisitudes de "Hay motivo" fueron noticia en toda la prensa escrita y en la tele; y dos, que no se han leído a Tom Wolfe. De haber hecho eso, y haber ojeado algún análisis de las elecciones norteamericanas, sabrían que uno de los problemas de Kerry fue Moore y hubieran puesto las barbas a remojar. Pero el futuro se contempla con cegador optimismo cuando uno está a punto de disponer de un programa en la televisión pagada por todos los españoles. Pagada también por los que saltan ahora al ver los informativos y no darían un duro por los productos que cocina el plantel de "ya no hay motivo".
 
La rebelión en los platós ha durado lo que han tardado sus inspiradores en conseguir prebendas. Son clandestinos, pero del clan destinos privilegiados. No hay motivo para que deban temer sus miembros que su sino sea como el del cineasta holandés Theo Van Gogh, asesinado por denunciar los malos tratos que sufren las mujeres bajo el Islam. Que yo sepa, ninguno de los audaces directores del clan español ha deplorado el asesinato y la intolerable presión que con ese crimen se ejerce sobre la libertad de los creadores. Hay que reconocer que tal denuncia conlleva riesgos. Sería un acto temerario y, peor aún, sin otra recompensa que la moral.

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