No habían transcurrido siquiera tres horas tras el anuncio de la esperada muerte de Arafat cuando surgieron las primeras voces pidiendo sangre y lágrimas.
Las llamadas “Brigadas de los Mártires de Al Aqsa”, responsables en el pasado de varios cientos de asesinatos y decenas de atentados contra “objetivos” (civiles) israelíes, anunciaron dos cosas: primero, que cambiaban de nombre. De ahora en adelante se llamarán “mártir Arafat”, algo absolutamente irrelevante. Segundo anuncio: seguirán golpeando a Israel y a sus fuerzas de seguridad “allí donde se encuentren”. La guerra, pues, continúa.
Arafat negaba que los “mártires” en cuestión dependieran jerárquicamente de sus hombres de mano, aunque todo el mundo sabía que los atentados y crímenes que se atribuían habían sido consultados previamente con el “rais”. Ahora la “cadena de mando” puede haber variado, pero la inspiración de esta gavilla criminal especializada en hombres y mujeres “bomba” en territorio “enemigo”, es decir, en Israel, sigue siendo la misma.