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José María Marco

Un paso al frente

Los conservadores nombran para puestos de primera línea a personas muy poco representativas de la América inmaculadamente blanca, protestante y anglosajona

El primer judío que llegó al cargo de primer ministro del Reino Unido, Disraeli, era conservador. La primera mujer que ocupó el mismo cargo, Margaret Thatcher, era también conservadora. La primera designación de Bush para su nuevo gobierno ha sido la de Alberto Gonzales, un nombre inequívoco, no el de un descendiente de los pioneros del Mayflower. La primera mujer negra que va a ocupar la Secretaría de Estado es Condoleeza Rice.
 
Dentro de poco estas cosas dejarán de ser noticia, como debe ser. Habrán dejado de serlo gracias a los republicanos. Los conservadores nombran para puestos de primera línea a personas muy poco representativas de la América inmaculadamente blanca, protestante y anglosajona. Lo más chocante es que, según sus adversarios, los republicanos representan sólo a esta. Quizás sea porque los conservadores tienen más confianza en su propia cultura, en su fuerza y su capacidad de integración, que sus adversarios.
 
El nombre de Condoleeza no ha sido bien acogido en donde no podía serlo. En la prensa progresista andan diciendo que, siendo como era hija de una familia humilde, requirió para salir adelante la ayuda de los programas de discriminación positiva. Traducido: una mujer, negra y pobre no es capaz de salir adelante por sí sola. Si alguien quiere saber lo que son los prejuicios machistas, racistas y de clase, aquí tiene un caso de libro.
 
Tampoco ha sido bien recibido en el Departamento de Estado. Echarán de menos, dicen, a Colin Powell. Con Condoleeza Rice al frente, la política exterior norteamericana empieza a dejar de ser patrimonio de los progresistas. Otra triste despedida, que promete fuertes resistencias. En la CIA también andan revueltos con los nuevos nombramientos de la administración Bush. El Departamento de Estado y la CIA –a pesar de los recortes presupuestarios de la era Clinton, o quizás por su causa– vivieron hasta el 11-S en el mejor de los mundos. No se enteraron de nada, o no quisieron enterarse. Desde el 11-S las cosas se pusieron duras, y no han sabido responder a los retos que se plantearon. No es de extrañar que estén escamados.
 
Y sin embargo, deberían estar contentos, porque el nombramiento indica la importancia que Bush va a dar en su segundo mandato a la política exterior. Bush ha elegido para el cargo a una amiga personal. Powell suscitaba recelo en el presidente desde los meses previos a la liberación de Irak. Ahora necesita a alguien en quien confiar. Se hablará, previsiblemente, de endurecimiento de la línea. Es dudoso. Bush ha clarificado la situación, y está tomando las decisiones que permitan continuar lo que se inició en el primer mandato.
 
Condoleeza Rice, en su papel de asesora de Seguridad, contribuyó a inspirar la nueva doctrina estratégica de Estados Unidos después del 11-S. Tras la elaboración de la teoría y la complicada tarea de coordinación de los departamentos de Estado y Seguridad, con dos superestrellas al frente como han sido Powell y Rumsfeld, ahora Condi da un paso al frente y alcanza el papel protagonista. De por sí, es un espectáculo de primera categoría.

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