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EDITORIAL

Conejos de chistera y cabezas de turco

¿Tenía acaso Bolinaga una responsabilidad ante la Justicia de la que estaban exentos Laguna o Aldea? ¿O quiere decirnos el ministro del Interior que éstos no conocían lo que sí sabía aquél?

La revelación, a cargo del diario El Mundo, de la existencia de una cinta en la que un confidente revelaba al agente Campillo que Suárez Trashorras, ya en el verano de 2001, buscaba “quien supiera montar bombas con teléfonos móviles” llevó al PP la semana pasada a pedir de inmediato una transcripción de la grabación, así como una nueva citación de los mandos de la Guardia Civil que, de un modo increíble, no informaron de su existencia ni de su contenido durante su comparecencia ante la comisión de investigación sobre el 11-M.
 
La primera reacción del PSOE, sin embargo, no pudo ser más opuesta. De nuevas comparecencias, nada de nada; en cuanto al contenido de la cinta, los socialistas se limitaron a considerarlo meros “conejos que el PP se saca de la chistera para ver si la gente se despista”.
 
Pues bien. Estos  “conejos”  ya han provocado algo hasta ahora tan milagroso como que el ministro del Interior salga de su hermetismo característico sobre el 11-M y nos anuncie el primer cese en la Guardia Civil.
 
No obstante, quien nos confunde es el propio ministro del Interior, al decidir la destitución del teniente coronel Rodríguez Bolinaga y no la del recientemente ascendido general Pedro Laguna, o la del actual jefe de la Comandancia de Asturias, Fernando Aldea. Fueron estos últimos los que comparecieron ante la Comisión, los que no informaron de la existencia de la cinta y los que ocupaban la jerarquía de mando en Asturias. ¿Tenía acaso Bolinaga una responsabilidad ante la Justicia de la que estaban exentos Laguna o Aldea? ¿O quiere decirnos el ministro del Interior que éstos no conocían lo que sí sabía áquel? Si así fue, se entiende el cese de Bolinaga. Sin embargo, si el ahora destituido cumplió su obligación e informó a sus superiores de lo que, a su vez, le había informado su directo subordinado Campillo, son estos mandos, jerarquicamente superiores, los que deben ser cesados y reprobados por no haber puesto a disposición judicial la cinta de marras ni haber informado de la misma a la comisión de investigación cuando tuvieron oportunidad de hacerlo.
 
Habrá, pues, que saber qué sabía y qué no sabía cada uno de los mandos. Una cosa es tomarse en serio lo que hasta hace nada se denigraba como “conejos sacados de una chistera”, y otra muy distinta hacerlo para convertir a alguno de ellos en cabeza de turco. Tan distinto como destituir a uno y ascender a general a otro.

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