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Daniel Pipes

El caso Van Gogh

El terrorismo islamista en Occidente es contraproductivo, porque despierta a las masas aletargadas; en pocas palabras, la jihad provoca cruzadas

"La educación por medio del asesinato" describe el lento y doloroso modo en que la gente despierta ante el problema del Islam radical. Despertar a los norteamericanos precisó de 3.000 muertos, o al menos despertar a la mitad de ellos, que son conservadores. De igual manera, despertar a la mitad de los australianos costó miles de muertos en la explosión de Bali; el asalto de Madrid para los españoles, y la atrocidad de Beslán para los rusos. 12 trabajadores decapitados en Irak despertaron a los nepalíes.
 
Pero despertar a los holandeses tan sólo costó un muerto. De hecho, un asesinato atroz ha hecho más por despertar a los de los Países Bajos de lo que el 11 de Septiembre del 2001 hizo por despertar a los norteamericanos.
 
El motivo de esto se encuentra en la identidad de la víctima y la naturaleza del crimen. Él era Theo van Gogh, de 47 años, un conocido libertario radical, cineasta, productor de televisión, tertuliano, columnista de prensa y un embaucador omnipresente que disfrutaba de la distinción de ser familiar de uno de los más reconocidos artistas de Holanda, Vincent van Gogh. En los últimos años, Theo llamó la atención por criticar el Islam (en un libro del 2003, Alá sabe lo que es mejor, y en una película del 2004, Sumisión).
 
Fue asesinado a las 8:40 de la mañana del 2 de noviembre en su ciudad natal de Ámsterdam, mientras recorría en bicicleta una concurrida calle camino del trabajo. Mientras se le disparaba repetidamente, Van Gogh vociferaba a su asesino "no lo hagas. No lo hagas. Ten piedad. ¡Ten piedad!”. Entonces, el asesino le apuñaló en el pecho con un cuchillo y le rebanó la garganta con otro, casi decapitando a van Gogh.
 
El presunto asesino, Mohammed Bouyeri, de 26 años, un holandés de nacimiento con doble ciudadanía holandesa - marroquí, dejó una nota de cinco páginas tanto en árabe como en holandés clavada en el cuerpo de Van Gogh con un cuchillo. En ella, amenazaba con la jihad a occidente en general, ("Sé con seguridad que tú, oh Europa, serás destruida"), y a cinco prominentes figuras políticas holandesas en particular.
 
Los detectives de la policía enseguida se dieron cuenta de que el asesino era un islamista al que conocían bien y detrás del que llevaban hasta tan sólo dos semanas antes; después le ubicaron en la red "Hofstadgroep" y le acusaron, a él y a cinco de sus colegas, de "conspiración con intenciones terroristas". Las autoridades afirmaron además que éstos tenían vínculos plausibles con los grupos terroristas Takfir wa'l-Hijra y Al Qaeda.
 
Que un crítico no musulmán del Islam fuera asesinado ritualmente por expresar artísticamente sus opiniones es algo sin precedentes, no sólo en Holanda, sino en occidente. La revulsión holandesa ante los hechos sacudió la profunda complacencia de la que quizá es la sociedad más tolerante del mundo. La ministra de inmigración, Rita Verdonk, una de las cinco personas amenazadas, lamentó públicamente que el país hubiera ignorado durante tanto tiempo la presencia del Islam radical. "Durante demasiado tiempo, hemos dicho que teníamos una sociedad multicultural y que sencillamente, todos encajarían con todos. Fuimos demasiado inocentes al pensar que la gente coexistiría en sociedad".
 
Jozias van Aartsen, líder parlamentario del partido VVD fue más allá, advirtiendo de que "la jihad ha llegado a los Países Bajos, y un reducido grupo de terroristas jihadistas está atacando los principios de nuestro país. Esta gente no quiere cambiar nuestra sociedad, quieren destruirla".
 
Un día más tarde, 20.000 manifestantes se reunieron para denunciar el crimen, y treinta personas fueron arrestadas por incitar al odio contra musulmanes. El ministro del Interior, Johan Remkes, anunció que no podía descartar los desórdenes. "El clima se enrarece seriamente". Demostrando que estaba en lo cierto, las dos semanas siguientes atestiguaron más de 20 ataques con incendios y explosivos, y contraataques contra mezquitas, iglesias, y otras instituciones, además de algunas redadas policiales de envergadura, dando al país la sensación de una guerra a pequeña escala.
 
Las actitudes holandesas hacia los musulmanes se endurecieron rápida y dramáticamente. Una encuesta concluye que el 40% de la población no deseaba que la fuerte comunidad musulmana de casi un millón de miembros se sintiera más en los Países Bajos como en su casa. Más del doble de esa cifra aprobaba políticas menos beligerantes hacia los inmigrantes.
 
De Telegraaf, un diario importante, publicó un editorial inimaginable antes del asesinato de van Gogh, pidiendo "una campaña pública contra los fanáticos fundamentalistas musulmanes". Incluso los políticos de extrema izquierda despertaron ante la necesidad de decir "las verdades difíciles" acerca de la inmigración, centrándose en la desproporcionada criminalidad de los musulmanes.
 
El terrorismo islamista en Occidente es contraproductivo, porque despierta a las masas aletargadas; en pocas palabras, la jihad provoca cruzadas. Un enemigo islamista más astuto impulsaría su agenda totalitaria a través de la intimidación al estilo de la mafia, no con crímenes a plena luz.
 
Pero si los islamistas continúan abiertamente con el terrorismo, la dura respuesta holandesa se repetirá por todas partes.

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