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Víctor Llano

Bambi, Gopegui y Carnicero

la política de nuestro país respecto a Cuba parece estar dirigida por personajes como la escritora Belén Gopegui, para quien los disidentes cubanos son agentes de una potencia enemiga

El Gobierno español fracasó en su intento de que la Unión Europea revisara a favor de la tiranía castrista la posición común que a iniciativa de José María Aznar mantiene respecto a la Isla. Sin embargo, Zapatero no se rinde, e insistió en la desprestigiadísima Cumbre Iberoamericana en ofrecer más tiempo al régimen de Castro para "comprobar cómo evoluciona la dictadura en Cuba y la política de la Unión Europea hacia este país". Para empezar, de dictadura, nada. Lo que sufren los cubanos es la peor de las tiranías que gobierna sus vidas desde que nacen hasta que mueren. En la mayoría de las dictaduras se permite a los ciudadanos abandonar el país, existe cierta seguridad jurídica para crear empresas y se respeta la propiedad privada y la libertad religiosa. En la Cuba comunista, no. Así que, de dictadura, nada. Tiranía salvaje y eterna, gracias, entre otros, a los que siempre justificaron los crímenes de los robolucionarios que tanto admiraron.
 
Tal vez a Zapatero le sobre tiempo y pueda esperar por Fidel Castro. Pero a los cubanos, no. Llevan 45 años esperando y no encontraron más que miseria, represión y patrañas. Ahora, cuando, por fin Europa ha decidido denunciar tímidamente los crímenes de su verdugo, resulta que es precisamente un presidente español quien pretende acercarse al tirano. Dice Zapatero que los que le llaman Bambi olvidan el final de la película en la que el dulce cervatillo se convierte en el rey de la selva. Tal vez tenga razón, pero respecto al Monstruo de Birán, él se comporta como un tierno animalito dispuesto a ofrecerse en sacrificio a la fiera. Claro que, en este caso, los inmolados son los disidentes –a los que no quiere ver por su embajada en La Habana– y los cubanos descendientes de españoles que ven con estupor cómo quien más tendría que defenderles desprecia su sufrimiento.
 
Más que por un gobierno democrático y defensor de los derechos humanos, la política de nuestro país respecto a Cuba parece estar dirigida por personajes como la escritora Belén Gopegui, para quien los disidentes cubanos son agentes de una potencia enemiga. Difícilmente se puede ser más miserable. Antes de justificar los crímenes castristas, Gopegui tendría que intentar sobrevivir sin medicinas, sin luz, sin comida y sin transportes bajo la bota de un Gran Hermano que la vigile durante todas las horas del día. Ya no le pedimos que pase por las cárceles castristas, no le deseamos el mal que ella quiere para otros, pero sí que viva dos meses bajo las condiciones que sufren la inmensa mayoría de los cubanos desde hace más de cuatro décadas. No lo hará. Es amiga del coma-andante. Si viaja a Cuba comerá en restaurantes reservados sólo para los turistas, saldrá de la Isla cuando le plazca y jamás será condenada a 20 años de cárcel por pedir que se respeten los derechos humanos.
 
En cualquier caso, Gopegui no es la única que desde España pretende justificar lo injustificable. No oigo mucho la Cadena SER –quiero enterarme de quién fue el español que dejó volar la cometa asesina del 11-M– pero, casi por casualidad, pocos días antes de que advirtiera a Ignacio Villa de que corre peligro su puesto de director de los informativos de la Cadena COPE, escuché a Carlos Carnicero presumir de cenar con frecuencia en La Habana con Gutiérrez Menoyo, amigo de Felipe Gónzalez y agente de Castro que se hace pasar por disidente para mejor servir a la tiranía. Y es que a Carnicero y a Gopegui no lea preocupa mucho que Cuba sea la mayor cárcel del mundo para periodistas y escritores. Lo suyo es cenar bien. La libertad de sus colegas es para ellos un asunto menor. Por eso pueden comer a gusto en los restaurantes castristas a los que no permiten entrar a los cubanos. Hoy se sentirán muy satisfechos al comprobar que Bambi ofrece al Monstruo de Birán todo el tiempo del mundo para rectificar. Jamás lo hará. Mientras viva, tanto Carnicero como Gopegui podrán disfrutar en La Habana de los muchos placeres que la robolución ofrece a sus amigos. Sin embargo, harían bien en no olvidar que apostaron por un caballo muy enfermo al que le queda ya muy poco recorrido.
 
Nunca habla de ello, pero hace años Carlos Carnicero presentó un programa de televisión al que llamabaConfesiones. Basura televisiva en la que algunas personas pedían perdón por sus, llamémosles "errores", algunos de ellos, terribles. Pueden creerme, es imposible imaginar una bazofia semejante. Pues bien, tal vez un día Carnicero sea invitado a un engendro parecido paraconfesarque mientras él cenaba cómodamente en La Habana, los cubanos que le servían se morían de hambre.

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