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Alberto Acereda

El odio a América

Pero el gran error de Gibson fue especialmente no entrevistar a Rodríguez o, en su caso, a Moratinos

Este domingo y en horario de máxima audiencia varios millones de norteamericanos vieron el programa especial "Hating America", que fue emitido por el canal de noticias Fox News, líder en EEUU. Su presentador, John Gibson, es también el autor de un reciente libro sobre el odio antiamericano como nuevo deporte mundial (Hating America. The New World Sport). Su lectura complementa lo que ya expuso J.F. Revel sobre la obsesión antiamericana y lo que, por ejemplo, y para la revista FrontPage Mazagazine relataba con detalle estos mismos días Bruce Bawer tras su visita a Europa.
 
El programa de Gibson presenta el estado del antiamericanismo en los medios "intelectuales" y de comunicación mundiales. Desde el Oriente Medio a Europa, Gibson expone con detalle la utilización de toda una serie de datos y propuestas que se ubican en la propaganda antiamericana y cuyas raíces traspasan el 11-S o la situación actual en el mundo. La falsificación de los hechos y el odio a América lo plantea Gibson a través de varias entrevistas que el mismo presentador realiza in situ a algunos de esos "intelectuales"antiamericanos: desde el canadiense Barrie Zwicker al francés Thierry Meyssan. El primero identifica a EEUU con el IV Reich. El segundo defiende en su libro L´Effroyable Imposture que el Pentágono no fue atacado por el avión secuestrado de American Airlines. Sostiene, eso sí, que el 11-S fue provocado por el propio Bush.
 
A la luz de tan prestigiosos intelectuales y de tan bien fundadas teorías conspiratorias, el gran fallo del programa es que Gibson no supo aceptar la evidente e innata maldad del imperialismo asesino norteamericano. El bien documentado y erudito Meyssan, gran defensor de los derechos humanos, por ejemplo, ha sido ya traducido a más de treinta idiomas, incluido el español, llegando a ser todo un superventas en Francia y habiendo recibido entrevistas por todo el mundo. Y no digamos nada de la movilización de Zwicker, por ejemplo, en los círculos de la intelectualidad antiamericana de Toronto.
 
Pero el gran error de Gibson fue especialmente no entrevistar a Rodríguez o, en su caso, a Moratinos. De haberlo hecho, quizá hubiera comprendido mejor lo de la alianza de civilizaciones o la necesidad de dialogar con la resistencia iraquí, cuyos valientes insurgentes son rematados a bocajarro por los marines "terroristas". Rodríguez le hubiera podido explicar a Gibson y a los norteamericanos la fuerza moral y legal de la ONU y la honradez de su secretario general. Habría podido explicar lo del envenenamiento israelí de Arafat, la validez de las tesis de Meyssan y, en fin, otras cosas de hondo sentir que los invasores de la hamburguesa son incapaces de comprender. Ya puestos, y con ayuda de la vicepresidenta, podría haber teorizado hasta sobre nación y nacionalidades. Una pena.
 
Tengo para mí que Gibson no ha querido reconocer su imposibilidad de entrevistar a Rodríguez dada la apretada agenda del leonés y su ministro recibiendo a Chávez en Madrid en baño de multitudes. En todo caso, y a falta del talento de Rodríguez, Gibson podría haber llamado a otros ilustres comentaristas políticos españoles que tanto han iluminado las mentes de los fascistas patrioteros españoles con ejemplares columnas de opinión. Las del pasado jueves en El País, por ejemplo, hubieran servido mucho a Gibson y lo mismo una dominical en El Periódico con firma de charcutero.
 
El silencio y el error del programa de Gibson, en fin, sólo puede explicarse porque tanto él como la mayoría de los norteamericanos deben estar asustados ante las reacciones y represalias que la España socialista habrá de tomar contra EEUU tras el encuentro con el incuestionable líder democrático de la República Bolivariana. Es sintomático que Gibson ni siquiera se haya atrevido a cerrar el programa informando del gran fallo estratégico del presidente chileno Lagos al no asistir a la Cumbre Iberoamericana en lugar de perder el tiempo hablando con Bush. Lástima.

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