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José García Domínguez

Héroes del silencio

Vuelve el GAL mediático. Llegan exigiendo silencio. A gritos, como entonces. Porque el 11-M fue un asunto de cuatro moritos. Punto y chitón

Sólo queda que aparezca en el coche de Josu Ternera un "Papá, no corras" con las caritas de El Chino, el Mowy y El Tunecino. Es la única casualidad que aún no ha ocurrido. Porque el otro capricho del azar que echábamos a faltar acaba de suceder: el GAL mediático ha renacido de sus blancas cenizas de cal viva. Ya los tenemos de vuelta avisando, como entonces, a las empresas periodísticas para que se tape la boca a los que quieren hurgar demasiado en el 11-M. Igualito que la otra vez. Ahí están, desbordando de nuevo a Antonio Machado, y haciendo méritos para que se consigne en el Presupuesto que su pluma vale más que la pistola de cualquier glorioso general.
 
Ésa que acaba de aparecer es la piedra Roseta que necesitábamos para desenmarañar todo el embrollo. Porque, ahora, por fin, encajan todas las piezas del puzzle. Así, se antojaba imposible hallar una explicación inocente al hecho de que, sólo explotar las bombas en Atocha, Vera, Barrionuevo y Corcuera, corrieran a la cárcel a despachar con el general Galindo. Claro, no se nos había ocurrido que acudieron allí a deliberar sobre lo perentorio de implantar un órgano de control deontológico en la profesión periodística.
 
Tampoco comprendíamos cómo era posible que los de las chilabas y los de la chapelas eligieran el mismo día para salir de paseo con las caravanas. Y es que no que caímos en que tenían previsto coincidir en un seminario para elaborar un anteproyecto de una nueva Ley de Prensa. Creíamos inverosímil que la Eta fuera a dejarse caer por accidente justo al lado del domicilio de Trashorras para robar un coche bomba. Cándidos de nosotros, no adivinamos que, en realidad, acudieron a Asturias para recabar pruebas sobre el amarillismo de la línea editorial de El Comercio de Gijón.
 
No encontrábamos explicación racional a que el teniente coronel Bolinaga se empeñara en ocultar la casete de Campillo. Pues mira que era fácil: sólo pretendía garantizar que la COPE no fuera a distorsionar con su difusión las cifras reales del EGM. En nuestra paranoia, quisimos buscar gato encerrado en la anécdota de que los etarras almacenaran 500 kilos de Tiradine al lado de una foto del Concello de Mieres. Mas sólo era su homenaje a la Semana de cine negro de Gijón. Que allí recalaron para ver La ratonera, camino de un seminario sobre ética periodística.
 
Vuelve el GAL mediático. Llegan exigiendo silencio. A gritos, como entonces. Porque el 11-M fue un asunto de cuatromoritos. Punto y chitón. Porque detrás de los pelanas de Lavapiés, nada hubo. De ahí que se imponga el silencio, que es el sonido de la nada. Como la otra vez, vuelven los carniceros de guardia para condimentar el embutido de la razón de Estado con las ricas viandas del fondo de reptiles. Al tiempo, retorna la nueva cocina de Intxaurrondo: Bolinaga y Laguna trabajaron con Galindo en los "Servicios Especiales". Y la música del gran guateque de los ochenta cada vez suena con más fuerza. Es todo un revival: Amistades Peligrosas, Los Resentidos, La Banda Trapera del Río, Héroes del Silencio…

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