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Señas de decadencia

Debemos recordar que la Complutense concedió el Doctorado Honoris Causa al último Presidente de la República Democrática de Alemania, Eric Honecker

Una de las muchas formas que tenemos para medir el estado de una nación, su cénit o decadencia, es la capacidad de reacción ciudadana ante hechos que son objeto de escándalo. Un sociedad vital se caracterizará por un mayor compromiso de los individuos con los temas de interés común, por lo que tenderá a hacer valer su opinión cuando considere que la gestión de los asuntos públicos es incorrecta o, directamente, escandalosa. Por el contrario, en un marco de decadencia los ciudadanos tienden a recluirse en sus propias y exclusivas esferas de interés, esperando a que escampe tras la tormenta.
 
La Universidad Complutense ha invitado al Presidente de la República de Venezuela, Hugo Chávez, a sus instalaciones, le ha concedido una condecoración y le ha dado la oportunidad de dirigirse a los presentes, haciendo comentarios impropios de su cargo pero previsibles en un golpista y asesino. No nos puede extrañar que dicha Universidad honre a personalidades extranjeras que se han caracterizado por la violación del estado de derecho y la lucha contra los principios que informan nuestra Constitución. Debemos recordar que la Complutense concedió el Doctorado Honoris Causa al último Presidente de la República Democrática de Alemania, Eric Honecker, el responsable máximo de que cuatro länder alemanes sufrieran una feroz dictadura durante medio siglo. Cuando trataron de reconocer la labor del empresariado español eligieron a Mario Conde como su mejor representante, concediéndole, también a él, el máximo galardón académico. Era la "cultura del pelotazo" y la "contabilidad imaginativa" lo que despertaba la admiración de tan respetado claustro. Sadam Hussein recibió la medalla de la Universidad, aunque no sabemos si fue por establecer un régimen modernizador, que llevó al asesinato de decenas de miles de sus conciudadanos, o por ser el único mandatario que ha usado armamento químico contra dos grupos distintos de civiles de su propio país: kurdos y árabe chiítas.
 
Si para una persona normal lo hasta aquí señalado es objeto de escándalo, lo es mucho más la ausencia de reacción por parte de los profesores y alumnos de dicho centro educativo. Mal está que su aportación al conocimiento sea tan limitada, pero peor aún que se queden inertes ante el comportamiento irresponsable de sus autoridades.
 
Nos explicaba Ortega, hace algunas décadas, que la Universidad no es una academia donde se enseñan sólo conocimientos. Es, sobre todo, un centro donde se forman ciudadanos. Afortunadamente la masificación ha impedido que un tan prestigioso claustro pueda dedicarse a estas labores. Más vale que por ahora se limiten a impartir conocimientos, aunque su nivel sea el que tantos hemos padecido.

GEES, Grupo de Estudios Estratégicos

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