Tres días después de las acusaciones del ministro Moratinos contra José María Aznar, la crisis abierta en la política española es seria y profunda. Un afirmación que ofrece pocas interpretaciones y ninguna justificación. Y que ha dejado al presidente Zapatero sin habla, y, por el momento, a Moratinos sin el respaldo de su presidente.
Lo cierto es que hasta el momento, el jefe del Ejecutivo ha evitado respaldar públicamente al ministro Moratinos. Lo evitó en la rueda de prensa con Chávez, lo ha evitado en la rueda de prensa con Mubarak y, por último, se ha escabullido como ha podido en la sesión de control al Gobierno. Zapatero se ha limitado una y otra vez a despejar balones, remitiendo toda aclaración a la comparecencia parlamentaria a la que acudirá Moratinos diez días después de sus acusaciones.
¿Qué razones existen para que Zapatero haya evitado el apoyo explícito a Moratinos en público? Sin embargo, ¿por qué ha encargado a la vicepresidenta De la Vega decir que el titular de Exteriores seguirá en el Gobierno? Pocos argumentos tiene el Gobierno de Zapatero cuando, ante una crisis institucional de este calado, responde con ataques sobre las disputas internas entre militantes del PP en el Congreso provincial de Elche. Lo de la ciudad alicantina es lamentable, pero nada tiene que ver una historia con la otra. Nada de nada, aunque ahora los socialistas recurran como siempre al ventilador. Esta vez no cuela.
Después de tres intensos días de polémica nos queda una cosa: Zapatero ha preferido moverse en una inexplicable e indefinida tibieza. El presidente del Gobierno ha optado por la frialdad pública a la espera de la comparecencia del ministro, pero al mismo tiempo ha huido de dar la cara a la hora de ofrecer alguna explicación. Zapatero se intenta poner de canto, pero es imposible en una cuestión de esta trascendencia. Esta es la primera crisis interna de su Gobierno y ZP, por el momento, no está a la altura de las circunstancias.