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Serafín Fanjul

Heyssel vs acomplejados

¿A qué viene todo este tinglado entre teatral y bufo? ¿Cuándo seremos un país serio que otorgue a los acontecimientos la importancia relativa que merecen?

29 de mayo de 1985, en el Estadio Heysel de Bruselas juegan el Liverpool y la Juventus. La barbarie desencadenada por los hooligans ingleses provoca el pánico entre los aficionados italianos y en las avalanchas subsiguientes mueren treinta y ocho italianos y un belga, los heridos son centenares. La sanción de la FIFA excluye de las competiciones internacionales a los equipos ingleses durante cinco años y al Liverpool por siete. Hace unos días, tras unos incidentes verbales más estúpidos que racistas, en Madrid, unas docenas de hinchas españoles despiertan las iras y el desprecio de la prensa inglesa, siempre dispuesta a dejar bien sentado que nuestro país no merece figurar entre las naciones civilizadas. Así andamos con nuestro tradicional amigo y aliado desde que en 1569 a Felipe II se le murió su segunda mujer, María reina de Inglaterra, y los celtíberos nos perdimos el honor de pertenecer a la misma corona que los isleños. Tanto amor no es nada nuevo.
 
En puridad, tampoco es novedosa la reacción de este lado, aunque de los hispanos del XVI no se podría esperar una actitud tan cobarde como acomplejada, por mucho que se la quiera revestir de sentido de la responsabilidad antirracista: el gallardo Gallardón –especialista en dejarse zarandear por los progres y en esnafrar a los vecinos de Carabanchel o La Dehesa por mucha razón que tengan– pide perdón muy compungido; el gobierno del no menos intrépido Rodríguez se suma al coro de plañideras dizque avergonzadas; la Federación Española de Fútbol (única que quizá debía abrir la boca) no pierde comba y se lamenta engordando más aun el complejo de culpa; en el periódico El País – el poder verdadero– no faltan cartas de lectores indignadísimos que dirigen, al goytisólico modo, encendidas diatribas contra nuestro racismo, escarbando como buenos censores en el masoquismo que pretenden contagiarnos a todos (con su pan se lo coman). ¿A qué viene todo este tinglado entre teatral y bufo? ¿Cuándo seremos un país serio que otorgue a los acontecimientos la importancia relativa que merecen? ¿Por qué autoinculparnos colectivamente a través de nuestros representantes por responsabilidades difusas o nimias? ¿Es que toda esa gente no sabe vivir sin colgar un sambenito a España todos los días?
 
Si gallardín-Gallardón y el compadre de Chávez no presenciasen los partidos desde el palco –y de gorra– y acudiesen a las gradas como todo hijo de vecino, tal vez sabrían que en los estadios un sector numeroso del público se comporta de manera lamentable, pero no sólo con los contrarios, sino todos contra todos y, hasta ahora, la LOGSE que nos obsequió el PSOE –y persevera en el presente– no ha remediado la burrez de esa parte de los espectadores. Tampoco se ha visto a ninguno de los compungidos intentar remedio ni solución para el panorama. Aunque los aficionados españoles se hallan bien lejos de los niveles de violencia que asolan los estadios de otros países (por ejemplo, Inglaterra), amén de insultos y voceríos, quienes se encuentran en entradas bajas reciben cáscaras de pipas, rociadas de escupitajos, botellas, gurujos de los más variados materiales y, hasta que se generalizaron los asientos, avalanchas humanas con frecuencia peligrosas. Nada de esto es gracioso ni defendible, sino bien molesto, pero mejor que lloriqueos de ocasión preferimos medidas pedagógicas y culturales a largo plazo y mientras éstas obran su efecto, otras coercitivas y punitivas contra los gamberros, empresa que ni el gallardo ni el compadre están prestos a acometer: prefieren exhibir su falta de dignidad –políticamente correctísima, claro– inculpando a toda la nación por los desmanes de unos poquitos.
 
Y en cuanto al racismo…No mareen con boberías por semejante tragedia: todavía no hemos visto al gobierno catalán, ni al alcalde de Barcelona, ni siquiera al presidente del F.C. Barcelona pedir perdón por lo de "Catalonia is not Spain". Tampoco hemos visto que el Barcelona cumpla la sanción que se le impuso el año pasado por los incidentes contra el Real Madrid: no es un buen camino para extender el sentido de la ejemplaridad en los estadios.

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