Menú
Enrique Dans

Genética empresarial

Internet es el mayor cambio en la historia de los negocios. Jack Welch, el histórico presidente de General Electric, lo dijo allá por 1995. Es como la gran glaciación del Pérmico, como el más oscuro de los túneles.

La genética es una ciencia muy interesante. Estudiar los mecanismos que conducen a la evolución y adaptación de las especies puede llevarnos a conclusiones muy interesantes y de mucho sentido común, pero que a primera vista no tienen porqué ser necesariamente obvias. Por ejemplo, que el individuo, en sí, no es importante frente a la supervivencia de la especie como tal. O que las especies que mejor se adaptan al cambio, que evolucionan y se adaptan a los cambios con más facilidad son aquellas que disponen de una "colección" o "pool" genético más variado, dotado de una diversidad mayor. Los estudiosos de la genética saben, además, que el aspecto final de un organismo, conocido como fenotipo, es igual a la combinación del citado pool genético con el llamado ambiente, que interacciona con esos genes y modera su expresión. En ambientes de alta variabilidad, el pool genético se convierte en un auténtico tesoro, dado que tener un pool dotado de gran diversidad proporciona genes diferentes que pueden facilitar, al ser seleccionados vía mutación, una adaptación al ambiente. En el medio natural, la mayoría de esas mutaciones que permiten que una especie se adapte mejor al medio, que la dota de una ventaja evolutiva, ocurren de pura casualidad. De entre los individuos de una especie, algunos desarrollan esa mutación, y son "seleccionados" por el entorno obteniendo un éxito reproductivo mayor, lo que permite que la mutación casual se consolide y la especie sobreviva.
 
Pero traslademos este tipo de razonamientos al entorno empresarial: ¿qué ocurre en las empresas cuando el entorno cambia brusca y rápidamente? Los cambios, cuando son bruscos, pueden ser como las glaciaciones del Pérmico: capaces de acabar con el 95% de las especies de un ecosistema determinado como la Tierra. Las empresas son como macroorganismos, que se adaptan a los cambios mediante el recurso a su pool genético, pero sus genes, en vez de ser hebras de ácido desoxirribonucleico formadas por adenina, guanina, timina y citosina, son personas: eso que algunas empresas llaman, en una evidente muestra de mal gusto, "recursos humanos". Las personas, sus genes, su preparación y sus experiencias, forman el auténtico pool genético o genotipo de una empresa. Cuando esta empresa se enfrenta a cambios del entorno, debe evolucionar para adaptarse a ellos, porque intentar cambiar el entorno resulta normalmente tan vano y ridículo como un dinosaurio intentando cambiar una glaciación. Son las cosas del entorno… le da por cambiar, y cambia, y ahí te quedas tú sin poder hacer nada para evitarlo.
 
Adaptarse, en cualquier caso, no es imposible. En el medio natural, la evolución consiste en un fenómeno aleatorio de mutación selectiva; en el entorno empresarial no lo es tanto, puede buscarse conscientemente. Todos sabemos que hay empresas más adaptables que otras. La adaptación, la capacidad para evolucionar ante cambios del entorno, depende básicamente de lo mismo que en el entorno natural: de la riqueza del pool genético o genotipo, y de que el ambiente en la empresa favorezca la expresión de esos genes. Pero las empresas, con el tiempo, tienden a perder diversidad. Una empresa fundada desde cero suele integrar personas de muy variada procedencia y experiencias. Con el tiempo, no obstante, la empresa "socializa" a sus "genes", los "ecualiza", selecciona personas que se parecen al entorno normativo, y mucha de la diversidad original se va perdiendo. El ambiente también suele hacerse cada vez más rígido, menos tolerante a la diversidad, menos propicio a la expresión de la variabilidad. ¿El resultado? Una empresa, a veces un sector entero, con dificultades de adaptación.
 
Ver la extinción de cerca es algo doloroso. Te ves ante el cambio como delante de un túnel oscuro, donde careces de referencias, todo parece negativo, tu modelo no funciona, tus estructuras no sirven. Es, salvando las distancias, como la glaciación Pérmica. Si además llevas años haciendo las cosas de la misma manera, tu pool genético se habrá empobrecido tanto, que todo intento de evolución te parecerá imposible. Tus ejecutivos están todos cortados por el mismo patrón, desconocen otras experiencias más que las de tu entorno, son incapaces de traer riqueza genética y, si lo intentan, se encuentran con un ambiente que no permite la expresión de esa variabilidad. Ante algo así, tu reacción será, simplemente, la de negarte a entrar en el túnel. Pero el entorno, terco como pocos, te arrastra al túnel, el espacio fuera del mismo se acaba. Al final, es evolucionar, adaptarte, o simplemente desaparecer.
 
Pero los túneles tienen una característica: al final de ellos hay luz, aunque no se vea desde el principio. La ya comentada extinción del Pérmico acabó con el 95% de las especies de la Tierra, pero la vida continuó. Si alguno quiso oponerse a la glaciación, gritarle a la ventisca, hoy ya es simplemente historia. Si alguien quiso sobrevivir al frío mediante la leña obtenida cobrando un canon a los compradores de abrigos, seguro que no fue capaz de hacerlo durante mucho tiempo. Al final, la lógica y la ley natural se imponen a cualquier artimaña.
 
Internet es el mayor cambio en la historia de los negocios. Jack Welch, el histórico presidente de General Electric, lo dijo allá por 1995. Es como la gran glaciación del Pérmico, como el más oscuro de los túneles. Pero algunos, más osados y dotados de una mayor flexibilidad, con un genotipo más preparado para la evolución, entrarán en el túnel, esperarán a que sus ojos se acostumbren a la escasa luz interior, y evolucionarán. Al principio sin saber hacia qué, seguro, pero evolucionarán. La vida continuará. Y la música, también.

Enrique Dans es profesor del Instituto de Empresa.

En Tecnociencia

    0
    comentarios