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Agapito Maestre

Conciencias sucias

Conozco alguno que para hacer carrera personal se afilió al PSOE sin dejar de lado su cristianismo de cartón piedra, es decir, luterano y jesuítico

Leo todo lo que llega a mis manos referido a los ataques dirigidos por el PSOE a la Iglesia en particular, y a los católicos en general. Es una cuestión capital para saber por dónde va la política española actual. A veces, queridos lectores, tengo que confesarles que no tengo ninguna gana de leer lo que dicen algunos fulanos, que conozco desde la prehistoria de los tiempos. Sin embargo, mi conciencia profesional me dicta que tengo que leerlos para saber qué cosas dicen de nuevo. Imposible. Son gentes que apenas han cambiado a lo largo de su vida. Algunos de ellos reconocen que, a pesar de su avanzada edad, no han cambiado de ideas desde hace cincuenta años.
 
En verdad, son gentes dignas de ser estudiadas biológicamente. Merecedores de ser exhibidos en el zoológico como una extraña especie: "El hombre que jamás evolucionó". Los hay hasta simpáticos, que reconocen que siguen cotizando al sindicato, comprando el mismo periódico de hace treinta años, y diciendo los mismos tópicos sobre la izquierda y la derecha que cuando vivía Franco. Entre esos primates superiores no dispuestos a cambiar de ideas, en España, destaca una curiosa variedad llamada "cristianos socialistas" o "socialistas cristianos", que sólo tienen homólogos o semejantes en las tradiciones milenaristas de Iberoamérica, esas que tantos muertos han causado en Centroamérica. "Teólogos de la revolución". Falsarios.
 
Este tipo de gente siempre se presenta como si ellos estuvieran por encima de las disputas. Apelan al diálogo, pero sólo golpean a uno de los contendientes. Se presentan como cristianos y socialistas, pero sólo son malas conciencias, incluso conciencias sucias, incapaces de comprometerse con nada que les conceda algún rédito personal. Conozco alguno que para hacer carrera personal se afilió al PSOE sin dejar de lado su cristianismo de cartón piedra, es decir, luterano y jesuítico. Y todo sin cambiar, dicen ellos, sus ideas. España es un laboratorio grandioso para hallar todo tipo de variedades de esta especie que cada vez, desgraciadamente, está más lejos de extinguirse.
 
Ayer leí un artículo en El Correo, titulado "El enemigo de la religión", que no sé todavía si integrarlo en esa variedad de gentes con mala conciencia o conciencia sucia. Me dejó perplejo. Pretendía dar lecciones de "bondad" a todos sin reparar en su maldad. Defendía lo torpe, e incluso mala, que era la Iglesia porque no entendía que su enemigo no era el socialismo sino ella misma, incapaz de paralizar el proceso de secularización y descristianización del mundo occidental. Se adornaba el analista con citas de Touraine, lumbrera francesa que nos saca los colores por su desparpajo para ocultar los problemas, Habermas, el filósofo de todos los profesores de filosofía de España, Offe, el profesor de todos los profesores de politología alemana, y acababa citando a otro profesor sajón, Gray. Pero ninguno de ellos le salvaba de su ataque feroz a la Iglesia bajo el pretexto de que los socialistas no eran sus adversarios sino sus hermanos. "Hay que ir más allá de lo coyuntural, e incluso de las campañas de descristianización orquestadas por los laicistas excluyentes", escribía el bueno de Mardones.
 
Y tanto que hay que ir más allá... Para empezar hay que recordarle al autor que él, en efecto, ni siquiera consigue entrar en el debate real. Tan lejos llega este hombre que termina su artículo, como no podía esperarse otra cosa de quien ha hecho de la repetición su modo de vida, sin criticar al socialismo y culpando de todos los males a la Iglesia, al mercado y al consumo. Con estos tres poderoso enemigos, viene a concluir el autor, para que enzarzarse con el socialismo: "Parece más fácil desde el lado eclesial atacar al laicismo que a este pulpo invasor del mercado y la vida banalizada por el consumo".
 
¡Ay, amigos, los tópicos, casi prejuicios, de esas malas, o quizá sucias, conciencias "cristianas" son cada vez más insoportables! Su tristeza recuerda la paz de los cementerios estalinistas.

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