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Juan Manuel Rodríguez

Versión "pujolista" de un homenaje a Madrid

Lo que no resiste discusión posible es que el comportamiento de Pujol hacia Madrid fue vejatorio, insolidario y profundamente desleal

A la una de la tarde, jugadores, capitanes y presidente de la Federación Española de tenis hacían entrega de la Ensaladera de Plata en el Ayuntamiento madrileño. Allí permanecerá custodiada durante todo el año como homenaje, dice "Tirirí", al pueblo de Madrid. Aunque antes de homenajear a los madrileños, Agustí Pujol homenajeó primero a la Cadena Ser. Allí estuvieron todos: Ferrero, Nadal, Robredo, Moyá, el "G-3", el "H-4", el "I-5" y, naturalmente, el inolvidable Pujol. Quizás olvidara Pedro Hernández
(jefe de prensa de la Federación y, según me confesaron el martes pasado, un
"hombre pro-Prisa") que, justo a la misma hora en que transmite su programa deportivo la Cadena Ser, hay algún programa deportivo más, entre otros el nuestro, "El Tirachinas" de la Cadena Cope.
 
Este rapto radiofónico consentido -del que excluyo a los tenistas que se limitan a hacer lo que les mandan- se produjo con la alevosía y la nocturnidad que han sido norma habitual, junto a la desastrosa organización, de esta final de la Copa Davis. Una final que ganamos todos los españoles, de la que todos los españoles nos sentimos emocionados partícipes, pero de la que algunos podrían sentirse injustamente excluídos debido al sectarismo empleado por Pujol y sus empleados.

¿Es discutible que la gestión de Agustí Pujol al frente de la Federación haya sido lamentable?... Claro que es discutible. Todo lo es, todo es discutible. Lo que no resiste discusión posible es que el comportamiento de Pujol hacia Madrid fue vejatorio, insolidario y profundamente desleal. El próximo mes de enero la Federación decidirá quien dirige sus destinos durante los próximos cuatro años, pero esa circunstancia (gane Pujol o lo haga Muñoz) no afectará a mi opinión sobre lo sucedido. Lo que ocurrió es que Pujol, presidente español de una Federación española, torpedeó la candidatura olímpica madrileña, y que ahora, después de habérnosla clavado y tras rendir un sentido homenaje a la Cadena Ser e ir en procesión a la Calle Gran Vía con el lirio tenístico en la mano, trata de dorarnos la píldora prestándonos un trofeo. El único trofeo admisible habría sido la organización de una final histórica e irrepetible, y esa no llegó. No llegó porque Pujol no quiso que llegara. Ahora es tarde.

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