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Enrique Dans

Innovación negativa

El sentido común lleva tiempo diciéndolo: poner puertas al campo nunca ha sido una actividad especialmente rentable o inteligente

La innovación es una de esas cuestiones que normalmente pone de acuerdo a todo el mundo. Todos opinan que es buena, que es fundamental, que resulta esencial para la supervivencia de los negocios, que debe impulsarse como sea. Un negocio que no innova está claramente condenado a palidecer y perecer con el tiempo, y mucho más en los tiempos de perpetuo y rápido cambio que parece que vivimos últimamente. Decir de una persona, empresa o industria que es "innovadora" resulta habitualmente un calificativo con connotaciones positivas, agradables, simpáticas y dignas de admiración, o así suele reconocerse.
 
¿Por qué innova una industria? Habitualmente, para generar nuevos negocios o para adaptarse a cambios del entorno. Sin embargo, algunas industrias han aprendido a retorcer esto de la innovación y lo empiezan a pensar como herramienta para otros menesteres. Recibo información privilegiada acerca de las últimas innovaciones en la industria de los contenidos, y me pongo a temblar: me cuentan como la tecnología puede funcionar "a ambos lados de la ecuación". Si la innovación ligada a la tecnología P2P y el incremento del ancho de banda disponible han facilitado que su modelo de negocio entrase en crisis, ahora la industria está trabajando en el desarrollo de otras cosas que permitan "corregir la situación". Por ejemplo, películas que, además de la imagen y el sonido que el público ve, lleven embebidos textos o imágenes en longitudes de onda que no puedan ser captada por el ojo humano, aunque sí por las cámaras de vídeo, y que impidan un correcto visionado de las mismas en caso de ser obtenidas de manera ilegal. O que utilicen frecuencias inaudibles, pero que sí son captadas por una grabadora, con sonidos superpuestos para evitar que sean copiadas, incluso en analógico. Así, un intento de grabar una canción o película fuera de los canales por ellos designados se convertiría en una canción o película no utilizable, cubierta por imágenes o sonidos en los que, por ejemplo, aparecería una voz o un texto recriminando la acción, haciéndola así inutilizable.
 
¿Cómo calificaríamos una innovación como ésta? Sin duda, se trata de una "innovación negativa", diseñada para mantener de manera artificial un negocio que ya no se sostiene. Como si los aguadores, enfadados por la imposibilidad de mantener su negocio tras el desarrollo de las redes de tuberías, optasen por "innovar" envenenando el agua que llega a través de las mismas, para mantenerse así como la única fuente de agua segura que todos debemos consumir para evitar la muerte. Las "brillantes innovaciones" de la industria de los contenidos chocan, además, con varios problemas: uno, las desconocidas complicaciones potenciales de jugar con una parte del espectro no diseñada para ello. Imagínese, por ejemplo, intentando hablar por teléfono en cualquier lugar en el que se esté reproduciendo música "protegida": al ser captada por el micrófono, me puedo imaginar que daría lugar, posiblemente, a un sonido bastante molesto. O los posibles y desconocidos efectos para la salud de un bombardeo constante de radiación infrarroja y sonido en frecuencias inaudibles durante las dos horas que dura una película, que suceden además en un ambiente de concentración total en la pantalla, de ausencia casi total de otros estímulos más allá de las inofensivas palomitas. Por otro lado, pensemos en la limitada validez de estas innovaciones: al lanzarlas se impide que nadie que no tenga un sofisticado equipo de grabación pueda obtener copias ilegales. Pero, ¿cuánto tardará una comunidad compuesta por los mejores tecnólogos de todo el mundo (o debería decir "del mundo libre") en superar esas barreras y diseñar, por ejemplo, técnicas basadas en filtros ultravioleta o de sonido? ¿Y cuanto tardará la industria de la óptica y el sonido en comercializarlos a precios adecuados para todos los bolsillos si existe una demanda para ellos? El sentido común lleva tiempo diciéndolo: poner puertas al campo nunca ha sido una actividad especialmente rentable o inteligente.
 
¿Qué sería, para esa industria, innovación positiva? Cualquier cosa destinada a ayudarles a entender lo que viene, el universo en el que, quieran o no, se verán obligados a vivir. Cualquier cuestión que les permita pensar en el diseño de modelos de negocio válidos para la nueva etapa. Que les permita ver más allá de la entrada del túnel. Si aparecen, bienvenidos sean. Pero si no aparecen, digan adiós, y extínganse con dignidad.
 
Enrique Danses profesor delInstituto de Empresa.

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