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Irak y la apertura de Oriente Medio

En el mundo árabe se está iniciando algo muy importante, sólo comparable al deshielo que experimentó el bloque del Este desde finales de los 70

Saturados por las imágenes de horror y destrucción en Irak, causadas por los atentados terroristas de los seguidores de Sadam y quienes se oponen a la democracia en ese país, las promesas para toda la región del cambio de régimen en Bagdad están pasando relativamente desapercibidas. Y, sin embargo, gracias a la promesa de un Irak libre y constitucional están pasando cosas. Mañana, sin ir más lejos, se reúne en Marruecos el Foro del Futuro, la primera convocatoria amplia del G8 en la estela de lo que la Casa Blanca viene defendiendo como Iniciativa para el Amplio Oriente Medio y Norte de África. Un proyecto a largo plazo para la apertura política, la liberalización económica y la tolerancia religiosa en los países islámicos. En suma, para su progresiva democratización.
 
La celebración de este Foro –que de haber seguido el PP en el poder se hubiera celebrado con toda seguridad en algún lugar del levante español y no en Marruecos– es hoy factible porque el derrocamiento por la fuerza de Sadam y el compromiso inequívoco norteamericano con la democratización de Irak han impulsado los primeros movimientos sociales en el mundo islámico de gentes que también quieren disfrutar de la libertad de los iraquíes. Con la reelección de George W. Bush, la voluntad de limpiar Irak de terroristas y guerrilleros –como se ha visto en Faluja–, el aumento de tropas en la zona y, sobre todo, el mantenimiento de la fecha de convocatorias de elecciones generales para el 30 de enero, no sólo los iraquíes son consciente del compromiso a largo plazo que los estados Unidos están adquiriendo. También el resto de líderes de la zona.
 
En el mundo árabe se está iniciando algo muy importante, sólo comparable al deshielo que experimentó el bloque del Este desde finales de los 70. Surgen las primeras grietas del despotismo teocrático y las tiranías más represoras. Hoy Irak es una promesa, pero si Irak sale realmente bien –y tiene todos los visos de poder lograrlo en los próximos años de George W. Bush– se convertirá en el referente por el que luchar a favor de los derechos humanos, la libertad de expresión, la prosperidad y la libertad. Y todo ello en un país árabe. Si en Irak puede florecer la democracia, ésta puede darse en cualquier otro punto del mapa musulmán, desde Mauritania a las Filipinas.
 
En la reunión que comienza mañana en Rabat y a la que asisten casi una treintena de países del Norte de África y Oriente Medio, se tratarán las medidas económicas y políticas para iniciar la senda de la transformación de toda la zona. Muchos de los gobiernos estarán en la reunión forzados por las circunstancias, pero tendrán que nadar con la corriente porque saben que lo contrario puede tener un final como el iraquí, un cambio de régimen por la fuerza.
 
Irak es mucho más que el problema de Sadam y sus arsenales y programas de armas prohibidos. Un Irak democratizado representa el mejor motor de cambio para toda la zona. Y ese cambio pasa inexorablemente por la democratización progresiva de los regímenes del mundo árabe. Por eso a esta reunión no acude Israel. Es una democracia que no necesita transformación alguna. Su presencia, además, hubiera complicado la agenda al plantear automáticamente la cuestión del proceso de paz, una dinámica que es paralela a esta iniciativa. Lo que tiene que discutirse en Marruecos es como liberalizar el mundo musulmán y con qué ayude pueden contar los países de la zona desde el mundo occidental. Quieran o no, el cambio en el amplio Oriente Medio ya no es una cuestión de si o no, ni siquiera de cuanto, sino de cuándo y cómo. En buena parte, gracias al Irak post-Sadam.
 
GEES, Grupo de Estudios Estratégicos

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