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José Carlos Rodríguez

Ley de Inteligencia

Es la libertad el objeto de odio de los terroristas, y ceder en su defensa no nos hace más fuertes, sino que socava el liderazgo moral de las democracias.

Mientras en España quienes cínicamente exigían conocer toda la verdad en los días previos a las elecciones quieren hoy, alcanzado el poder, enterrar la comisión sobre los atentados de Madrid y sus hallazgos, en Estados Unidos la comisión del 11 de septiembre acaba de tener la última consecuencia, tras las que seguramente vendrán otras. En contraste con el feroz, desenfadado y decidido partidismo del Gobierno, del PSOE y otros, republicanos y demócratas supieron en su día dar lugar a una comisión de investigación que ha revelado informaciones relevantes¡. Éstas ha hecho un diagnóstico en gran parte acertado de los fallos de la administración que permitieron el éxito del brutal atentado, y que ha cerrado una serie de conclusiones y consejos para la mejora de la seguridad nacional. Esta semana el Congreso aprobaba la Ley de Inteligencia, que pretende cerrar en lo posible los huecos que permitieron que los terroristas acabaran con la vida de tres millares de personas y llegaran nada menos que al pentágono.
 
No ha sido fácil. El informe de la comisión del 11-S se publicó en junio y sus recomendaciones no eran todas del agrado general. Ni siquiera el Presidente Bush veía con buenos ojos alguna de las recomendaciones. Pero el informe, que ha sido número uno en ventas en todas las librerías de Estados Unidos, era el mejor instrumento de trabajo y con él han conseguido el Gobierno Bush y el Congreso dar lugar a una nueva legislación. Su logro más importante es la creación de una nueva oficina de inteligencia que centralizará la información referente a posibles ataques terroristas, actualmente dispersa en cerca de una veintena de instituciones, entre las que destacan la CIA, el FBI y los servicios del Pentágono. El Centro Nacional Antiterrorista, como se llamará, nace, sin embargo, con menos poder sobre la CIA del que recomendaba la comisión. Las administraciones son más celosas de su poder que de la obtención de resultados prácticos y nadie cede a gusto el maná del dinero público ni el poder que se adquiere con la información.
 
Esta medida viene acompañada de otras que parecen especialmente necesarias. En USA hay una diversidad abigarrada de instituciones, que es consecuencia del federalismo que ha dado forma al país, así como del celo de cada oficina federal de mantener sus procedimientos. El resultado es que hay mucha información que no comparten. Uno de los puntos del nuevo plan, por ejemplo, prevé la unificación de los criterios de emisión de carnets de conducir, el documento más utilizado para probar la identidad propia.
 
Parece de lo más conveniente llegar a un acuerdo al menos en la forma de elaborar y conservar la información, para que sea fácilmente recuperada y trasmitida, lo que permitiría un mejor uso de la misma. No obstante, la centralización, aunque tiene sus evidentes ventajas, puede ser más perjudicial que beneficiosa si se lleva demasiado lejos. La capacidad de análisis de una oficina es limitada, y está condicionada por las ideas y la propia capacidad de sus máximos responsables. Contar con varias oficinas, cada una especializada en un campo, permitiría acumular un mayor acervo de análisis, que en un segundo paso se podría compartir con el Centro Nacional Antiterrorista para la toma de medidas pertinentes.
 
Uno de los miedos que ha levantado esta nueva Ley proviene del posible menoscabo de los derechos civiles. El New York Times se hacía eco de este miedo en un reciente editorial. La Ley prevé la creación de una oficina independiente de Privacidad y Libertades Civiles. Pero la mejor defensa de éstas no es una oficina del Gobierno, sino el sistema judicial, que habrá de estar atento a cualquier extralimitación administrativa. Habrá nuevos controles en la inmigración, que será más difícil, y en la entrada de bienes. Todo ello parece razonable. Pero de nuevo podría tener más consecuencias negativas que positivas. Estados Unidos es el país de la inmigración, que desde su comienzo le ha insuflado gran parte de su fuerza y dinamismo. Y las libertades son las que han permitido su impresionante desarrollo y han atraído a medio mundo. Es la libertad el objeto de odio de los terroristas, y ceder en su defensa no nos hace más fuertes, sino que socava el liderazgo moral de las democracias.

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