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Carlos Semprún Maura

Nada

Es costumbre periodística realizar, a finales de año, un balance del año transcurrido. Limitándose a Francia, me doy de pronto cuenta de la dificultad del intento, porque en Francia no ha pasado nada

Es costumbre periodística realizar, a finales de año, un balance del año transcurrido. Limitándose a Francia, me doy de pronto cuenta de la dificultad del intento, porque en Francia no ha pasado nada. Demos la vuelta a la tortilla y constataremos que es una nada cargada de símbolos. 2004 ha puesto de manifiesto y más que nunca, que Francia no tiene arquitectura, cine, novela, teatro, poesía, filosofía y, menos aún, política. Claro que se publican libros que llevan "novela" en la portada, pero con las páginas en blanco. Claro que se realizan exposiciones, pero de fotos e "instalaciones". Y todo igual. En cambio Francia tiene su "excepción cultural", púdico taparrabos nacionalsocialista para esconder su vacío.
 
Francia no tiene política, pero tiene autobombo. El Gobierno actual, formado hace dos años y medio, ha sido incapaz de resolver la cuestión de las 35 horas, una ley de corte soviético, que además todo el mundo critica, salvo los funcionarios, pero que aún sigue vigente. Francia no tiene electores, sólo "zapeadores", quienes descontentos, sin saber muy bien por qué, cuando votan, votan en contra, o sea a la oposición, y es así como el PS se ha creído que había ganado las elecciones regionales y las europeas (los vencedores fueron, como siempre, los abstencionistas), y crece la figura del primer secretario, François Hollande, que es la perfecta personificación de la Nada.
 
Las reformas siguen estancadas, pero no hay un discurso, un libro, un artículo, en donde no se afirme a gritos que son urgentemente necesarias. Resultado: nada. Aparte de la exigencia de que París sea la capital por antonomasia de la Europa presente y futura, Francia no tiene política europea, piensa defender sus intereses a corto plazo, pero sin verdadero proyecto. O los tiene tantos y tan confusos que viene a ser como si no tuviera ninguno. Europa-potencia, Europa-francesa, Europa-club mediterráneo, Europa nueva Roma soviética, etcétera. Esto se pone de manifiesto, entre otras cosas, con la discusión sobre la Constitución europea. Partidarios del "sí" avanzan argumentos totalmente contradictorios: dicho tratado constituiría un avance importante hacia un rechazo absoluto de la Europa social (ista), y los partidarios del "no" igual de contradictorios. Que unos y otros se serenen, no vale la pena discutir, dicho mamotreto no pasará de ser papel mojado, sencillamente porque es inaplicable. Turquía llama a la puerta y la confusión se convierte en aquelarre, demostrando que los franceses no tienen ni idea de donde está ni de que es Europa. "Un vapor calenturiento, Centellas, mas ya pasó."
 
Podría dar muchos otros ejemplos: la enseñanza por los suelos, la investigación científica en Boston, el paro en aumento, los hospitales en quiebra, los servicios públicos en huelga, las cartas que se escriben y no llegan, y hasta el clima, gris, mediocre, pero no puedo, no me queda tiempo: tengo que ir a dar una conferencia en la Sorbona sobre la humanista modernidad del Corán. Por si las moscas...

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