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Pablo Molina

La libertad en 2004

Cuba, arcadia soñada por la progresía occidental, sigue siendo líder indiscutible en la clasificación de países con menos derechos políticos y libertades civiles

Freedom House acaba de publicar la edición 2005 de su siempre interesante informe sobre la situación de la libertad en el mundo, en donde se examinan los avances y retrocesos de los derechos civiles a lo largo de 2004. En España, desde que el gobierno de las ansias infinitas de paz llegó al poder –exclusivamente por el voto aséptico de los ciudadanos, en el que no influyó el mayor atentado terrorista de la historia sufrido por España, como la Comisión de Investigación del 11-M se encargará de certificar–, vivimos una nueva era de exaltación democrática, sobre todo en el respeto del Estado por las creencias religiosas de los ciudadanos, la independencia del poder judicial o la defensa elemental de la vertebración nacional consagrada constitucionalmente. O sea, que bien. Pero ¿qué sucede en el resto del mundo? ¿Cómo se las arreglan en los demás países sin un Zetapé o un canciller Moratinos (por cierto es falso, en contra de algunos rumores malintencionados, que Condoleeza Rice haya ordenado al servicio de seguridad abrir fuego si nuestro Curro es detectado a menos de dos kilómetros del 1600 de la Avenida Pensilvania) para mantener viva la llama de la libertad, la democracia y la dignidad nacional? Veamos las respuestas que nos ofrece el dictamen de Freedom House.
 
La principal novedad de la presente edición es la pérdida de la condición de país parcialmente libre que ostentaba Rusia hasta el año pasado y su inclusión en el grupo de países no libres, según la clasificación metodológica utilizada. El documento resalta las deficiencias democráticas de un país en el que su presidente ha incrementado el poder del Kremlin respecto a los contenidos de la televisión, la radio y la prensa. También destaca negativamente la existencia de falsos partidos políticos alternativos, presididos por personajes ligados a los servicios secretos que, en realidad, no son sino un elemento más de la farsa democrática impuesta por Putin. Las conclusiones del caso de Rusia son muy interesantes, pues demuestran que la existencia del sufragio universal y la convocatoria periódica de elecciones no son elementos suficientes para garantizar la existencia de un verdadero Estado de Derecho. En otras palabras, la libertad política no garantiza necesariamente la libertad civil, algo que debieran tener muy en cuenta algunos fundamentalistas democráticos españoles –expendedores en exclusiva del certificado de pureza democrática–, que no tienen empacho en seguir blindando una posición de dominio en los medios de comunicación, incompatible con las reglas de la elemental pluralidad que exige un sistema democrático vigoroso. En realidad, las cosas suceden de otra manera, pues son las libertades civiles las que sustentan las libertades políticas. Sin aquellas, estas no son sino uno de esos enunciados grandilocuentes tan caros a Zetapé.
 
Por lo demás, pocas sorpresas. Cuba, arcadia soñada por la progresía occidental, sigue siendo líder indiscutible en la clasificación de países con menos derechos políticos y libertades civiles, seguida muy de cerca por Libia, Sudán o Corea del Norte; y en cuanto a Oriente Medio, Israel sigue siendo el único país de la región incluido en el selecto grupo de los "países libres", algo que suele olvidarse de forma interesada cuando se analiza la realidad política de esa zona. Apoyar a Israel es amparar la democracia, mal que les pese a los políticos europeos. Quizás el comienzo del nuevo año sea una ocasión propicia para empezar a asumir una evidencia tan sencilla como ésta.

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