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Agapito Maestre

El fracaso del pensamiento

El discurso de Rajoy está ubicado en un espacio y un tiempo; lo otro, lo de Zapatero, responde a una añeja retórica de tópicos al margen de lo real

Resulta trágica la situación intelectual de España. El debate de ideas, por decirlo con la retórica dominante, es inexistente. La llamada izquierda intelectual no tiene ideas. La agitación y la propaganda de viejos mitos y dogmas del pasado, como si el año 1989 nunca hubiera ocurrido, ocupan todo su pobre cerebro. Incapaz de hacer cuentas de su cruel historia, sólo parece sentirse viva con la revolución cubana, la chavista o el separatismo etarra. La izquierda, pues, tiene hoy poco que decir en el mundo. Acaso, por eso, el socialismo español está hoy más que nunca al margen de la historia y de las preocupaciones del ciudadano medio de una democracia más o menos avanzada. El Gobierno socialista español es un ejemplo más de un desvertebrado “programa” reactivo, o sea, de reacción negativa, a la sociedad permítanme la redundancia, realmente existente, que tiene su mejor expresión en la Constitución española.
 
En efecto, frente a la realidad nacional española, las propuestas de López y Zapatero no pasan de ser “ideales”, inexistentes, ubicadas en ningún lugar. Son una “quimera”. Zapatero y López, cuando aplican la expresión “comunidad nacional” a la región vasca o catalana, están proponiendo un imposible, que si, por desgracia, fuera plausible llevaría a la desaparición de España. Cualquier españolito de a pie sabe que no exagero con este diagnóstico, sin embargo, y aquí está la tragedia, Zapatero se sitúa al margen, como si los ciudadanos y la realidad nacional española no existieran. ¿Por qué el PSOE, y Zapatero en particular, se sitúan al margen de la realidad? Algunos creen que por maldad. Quizá. Pero tiendo a pensar que es, en primer lugar, por falta de inteligencia. Sus intelectuales no tienen ni un solo criterio que oponer al pensamiento democrático. Sus referentes intelectuales hace tiempo que desaparecieron. Quedaron reducidos a una labor de agitación y propaganda. Nada.
 
Comparen, queridos lectores, los argumentos utilizados ayer por Rajoy en el Congreso de los diputados con la retórica exhibida por Zapatero y hallarán fácilmente una diferencia. El discurso de Rajoy está ubicado en un espacio y un tiempo; lo otro, lo de Zapatero, responde a una añeja retórica de tópicos al margen de lo real. Ayer estuvo bien, muy bien, Rajoy en la discusión con Zapatero en el Congreso. Porque argumentó, sencillamente, como si fuera un ciudadano medio español. Mostró que trágica es la situación, dramática la circunstancia de España, cuando todo se sabe y nada puede hacerse. Basta salir a la calle y hablar con nuestros ciudadanos para saber que estamos desgobernados por estultos. Triste experiencia es ver la estupidez. A veces llega de improviso y nos aturde. Otras, cuando surge de personas de las que cabría esperar un juicio maduro, produce pavor, cansancio y dejadez. La depresión es su peor efecto. Demos, pues, gracias al cielo por no caer en sus trágicas garras.
 
Preparémonos, pues, para combatir la estulticia que nos rodea, la que sitúa sus “alternativas” en otro mundo, con las armas de la crítica. Cuestión complicada de comprender para quien convirtió a ésta en un dogma.

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