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Juan Manuel Rodríguez

La historia de "Cinderella man"

Sin menoscabar el enorme mérito personal que tendría Braddock, en el dominio de los boxeadores blancos sobre los púgiles negros se produjo un claro tongo. En 1937 Joe Louis acabó con lo que se dio en denominar la "blancura infinita"

La vida del campeón mundial de los pesos pesados Jim Braddock, que ahora llevará al cine Ron Howard en un "biopic" que contará con la interpretación estelar del "gladiador" australiano Russell Crowe, podría haber sido perfectamente la del Charlie Davis interpretado por John Garfield en "Cuerpo y Alma", mítico filme dirigido por el extraordinario Robert Rossen. Muchas de las escenas que inventó Rossen fueron luego homenajeadas por Martin Scorsese en su "Toro Salvaje", probablemente la mejor película de boxeo de toda la historia. Garfield, que luego fue perseguido y profesionalmente arruinado por la Caza de Brujas, da vida a un muchacho de un barrio pobre de la ciudad de Nueva York que, a pesar de la opinión contraria de su madre, ve una salida a la pobreza familiar a través del boxeo. Nuestro Charlie Davis está a punto de dejarse corromper por el color del dinero, el lujo y la podredumbre que rodea a ese deporte, pero en el tramo final de la película se salva porque tanto Rossen como el guionista Abraham Polonsky, ambos perseguidos también por la Caza de Brujas, eran esencialmente dos buenas personas.
 
Otro ejemplo más de lo duro que es el boxeo: Russell Crowe, quien ganara un Oscar gracias a su "desinterpretación" del General Máximo en la película de Ridley Scott, se ha dislocado un hombro mientras se entrenaba para interpretar a Jim Braddock, conocido popularmente como "Cinderella man", o "El Ceniciento", en honor al universalmente conocido cuento de Charles Perrault "La Cenicienta". La Cenicienta se convirtió en princesa de la noche a la mañana, igual que Braddock irrumpió de repente en el boxeo para proclamarse campeón mundial de todos los pesos. De ahí lo de "Cinderella man".
 
Aunque, sin menoscabar el enorme mérito personal que tendría Braddock, en el dominio de los boxeadores blancos sobre los púgiles negros se produjo un claro tongo. En "Rey del Mundo" (Editorial Debate, 2001) David Remnick cuenta cómo, nada más arrebatarle el título a Jess Willard en 1919, Jack Dempsey tranquilizó al país al garantizar que nunca pondría el título en juego ante ninguno de los boxeadores negros de la época. Sam Langford y Harry Wills se vieron obligados a pelear entre ellos hasta dieciocho veces, mientras el campeonato mundial iba pasando de púgil blanco en púgil blanco, y así durante dos decenios: Willard, Dempsey, Tunney, Schmeling, Sharkey, Carnera, Baer y Braddock. En 1937 Joe Louis venció a Braddock acabando así con lo que se dio en denominar en aquellos momentos con el apelativo irónico de la "blancura infinita".

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