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Juan Carlos Girauta

Artur Mas

Podría dedicar sus esfuerzos a explicar que el tripartito está pecando de una inexplicable esterilidad legislativa combinada con la más desatada acción propagandística

Artur Mas, que es hombre sensato, debería recapacitar acerca de lo oportuno de su apoyo explícito, inmediato e incondicional a la nueva arremetida de Ibarretxe. Entiendo que su partido se sienta descolocado, que venga contemplando con consternación cómo el espíritu del tripartito, con toda su parafernalia desconstructora, parece haber deglutido el espacio político que ocupó Pujol durante un cuarto de siglo. Y que quiera recuperar ese espacio. Sin embargo, Mas dispone de otro arsenal argumental. Podría dedicar sus esfuerzos a explicar que el tripartito está pecando de una inexplicable esterilidad legislativa combinada con la más desatada acción propagandística. Podría marcar las diferencias y buscar su lugar bajo el sol usando por una vez un parámetro distinto al del nacionalismo, punto en el que no se comprende que siga sintiendo la necesidad de demostrar nada; podría destacar, por ejemplo, su contribución a la estabilidad de España.
 
Podría argumentar a su favor que la larga era de Pujol construyó la autonomía catalana y, sobre todo, que su coalición siempre contribuyó a la gobernabilidad. Con UCD, con el PSOE y con el PP. Estoy refiriéndome, repito, a lo que Mas podría colocar en su plato de la balanza antes de lanzarse a irreflexivos posicionamientos que rompen con la tradición de compromiso con la estabilidad. No podemos pedirle que, además, incorpore a su discurso las críticas que aquí se han planteado al nacionalismo “moderado”. Ni falta que hace.
 
Así, recordando las verdades que le asisten y conteniendo unos impulsos filopeneuvistas que tienen más que ver con precipitadas estrategias de márketing político que con la identificación entre ambos partidos, ambas militancias y ambos conjuntos de expectativas, el líder convergente empezaríayaa demostrar que es un hombre de estado. Aunque, tras ganar las elecciones autonómicas, el poder le fuera arrebatado por una alianza que rompió todos los esquemas de la clase política y empresarial catalana y de todos los adormecidos observadores (o casi todos), Mas es joven; dispone de tiempo. Y, al menos de momento, prefiero seguir suponiéndole la suficiente perspicacia y sentido de la responsabilidad para detectar el movimiento sísmico que Ibarretxe ha desatado y para salir corriendo como elefante ante un tsunami que se acerca. Lo de la Declaración de Barcelona es un borrón en su historial, pero la verdad es que quien la impulsó desdeConvergenciapronto se pasó a ERC. Si queremos hilar tan fino, aquí no se salva nadie. A pesar de las muchas cosas que podemos criticarle a CiU, nadie ha podido decir hasta ahora que no consideren la estabilidad como un valor a defender. Hasta ahora, digo. Vamos, hasta la semana pasada.

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