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Cristina Losada

Tócala en la versión de Pascual

algo de vampírico tienen estos planes que quieren seguir chupando de España, mientras les interese a sus promotores, y hacer y deshacer sin trabas en los territorios que controlan

No se sabe qué es peor, si la letra o la música. Llegó Ibarreche a La Moncloa con el plan avalado por Ternera bajo el brazo y habló cuatro horas con el presidente, el mismo que pasó cuatro días callado después de que se aprobara aquél en el Parlamento Vasco. Ibarreche había dicho que no aceptaría los votos de Batasuna, pero allí llegó con ellos y no ha trascendido que Rodríguez le recordara aquel compromiso suyo. El PNV tiene prisa: antes de que se acabe ETA, quiere recoger los frutos de décadas de violencia. Se presentó Ibarreche como demócrata, pero ningún demócrata se aprovecharía de la intimidación y la liquidación de sus adversarios políticos practicada durante años para blindarse en el poder. Para eliminar la ya escasa protección que aún les queda a los vascos no nacionalistas. Y ningún demócrata dinamitaría las reglas del juego para conseguir sus propósitos, como hace él.
 
La letra del lehendakari es que Euskadi quiere tener una “relación amable” con España, una Euskadi y una España de la ficción nacionalista, o sea, opuestas y excluyentes. También los maltratadores y las maltratadoras suelen desear una relación amable con sus parejas, y las amenazan y golpean y hasta matan. De buenas intenciones, ya se sabe lo que está empedrado. Lo amable no quita lo violento y no podía faltar ese ingrediente en quien pretende recoger la cosecha de la violencia. Así que Ibarreche reafirmó su voluntad de darle en los morros a esa España de la que se excluye con lo que llama consulta popular. “Digan lo que digan”, como en la canción de Raphael. Pero aquella era canción de amor y ésta de lo contrario. Aunque nadie le pide amor, sino sólo que no viole la democracia constitucional. Dando por descontado que las razones morales le traen al fresco.
 
Rodríguez tampoco ha estado muy inspirado en la letra. La canción se llama “volver a empezar”, que es lo que se proponen las parejas mal avenidas y nunca consiguen, porque hay cosas que no tienen remedio, sobre todo si una de las dos partes ya ha dicho que nones. El presidente le ha señalado el camino para el buen entendimiento, que es aquello famoso de Bogart en Casablanca, “tócala otra vez”, pero en la versión de Pascual. Aún está por ver cómo será la versión ésa, pero los primeros acordes suenan muy parecidos a los de Ibarreche. Por si hubiera dudas, Maragall ha sacado el espejo delante de los políticos españoles y no se ha visto reflejado en él. Eso mismo les sucede a los vampiros y algo de vampírico tienen estos planes que quieren seguir chupando de España, mientras les interese a sus promotores, y hacer y deshacer sin trabas en los territorios que controlan para asegurarse que son suyos por siempre.
 
Al término de esta ronda de canciones, ha aparecido el que pasa la gorra, que responde por Pérez o Carod, y ha aclarado al respetable el objetivo del concierto: que “mientras formemos parte del Estado español y paguemos nos sintamos con menos incomodidad que ahora”. El cliente siempre tiene razón. Aunque en este caso, eso es de ida y vuelta. Todos estos aficionados han puesto en segundo plano a los únicos profesionales de la canción que han actuado estos días. Los del Río, que son los que han versionado aquel viejo tema de “vivan las caenas”, con la letra de votar sí porque lo dicen los que saben.

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