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Juan Carlos Girauta

Para inteligencia de los ignorantes

"Tratado por el que (mentira) se (mentira) establece (mentira) una Constitución (mentira) para Europa (mentira)”, simplemente no está redactado para ser comprendido ni para servir a fin que no sea oscuro

Tendrán los lectores a estas horas en sus manos la pieza iniciática que tan graciosamente ha distribuido la prensa, revestida de azul y con su círculo de estrellitas amarillas. Curiosos como son, le habrán echado por fin un vistazo al tratado de marras para que no les pase como a Los del Río, que tienen que votar que sí por no haberlo leído. Otros más avispados se ahorrarán el esfuerzo y encima acertarán, diciendo que nones, sólo con ver la lista de padrinos españoles que está avalando el timo en las pantallas. Con tanta asepsia.
 
Jerigonza de juristas, retórica hueca, bucles, laberintos de leguleyos franceses, musitarán los más mientras buscan un paracetamol. Nadie que escriba así puede haberse ganado la vida fuera del erario. Bueno, están los diamantes africanos, las dádivas caníbales. Yo me las vi en su día con un sinfín de códigos, leyes, sentencias y doctrina, y aunque no puedo decir que la experiencia fuera muy amena, cuando uno se sumerge acaba teniendo su gracia. Poca, eso sí. Pero es que esto... Esto, señores, este "Tratado por el que (mentira) se (mentira) establece (mentira) una Constitución (mentira) para Europa (mentira)”, simplemente no está redactado para ser comprendido ni para servir a fin que no sea oscuro.
 
No sé qué extraño mecanismo habrá disparado la asociación de ideas empujándome a rebuscar en un volumen dormido sobre un anaquel. Sí, aquí está: “Todavía no se habíadescubiertoel templo. No era aún la hora de latenida, y losHijos de la Viuda, descansando de las fatigas (...) esperaban que laluz astralde la noche marcase la hora propia para los trabajos delArte-Real. LosMaestros Sublimes Perfectos, losValientes Príncipes del Líbanoode Jerusalén, los caballerosKadossch, los que antaño se llamabanGerográmatas, losHierorices, losEpivames, losDadouques, losRosa-Cruzde hogaño, los hermanos todos, desde elTerriblehasta elSirviente, los aprendices, compañeros y maestros, estaban ocupados en elágapedoméstico, o bien conversando con susmopsses, jugando con suslobatones, o matando el tiempo en las reuniones profanas, lejos de laverdadera luz(...) En una palabra (y hablando con claridad para inteligencia de los ignorantes), la sesión de la logia no había empezado todavía.” (El Grande Oriente, Episodios Nacionales, Benito Pérez Galdós, 1876)

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