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Chávez como Mugabe

Apoyándose en el oro negro, está envileciendo la vida social, arruinando la economía e implantando el totalitarismo con pulso firme y paso decidido

El golpista Chávez se va perfilando como el Mugabe de Latinoamérica. Su sed de poder es sólo tan grande como su ausencia de escrúpulos morales. Desde que con todo lujo de manipulaciones y presiones se alzó el pasado agosto con los resultados de un referendo rodeado de toda clase de sospechas y caracterizado por una opacidad nunca esclarecida, ha continuado como un buldózer arrasando las ya escasas estructuras supervivientes de la endeble democracia venezolana.
 
Entre sus más recientes hazañas se cuenta la de lanzar una guerra contra las haciendas, para no ser menos que el déspota africano, empezando por invadir con medios militares las mayores y más productivas fincas ganaderas del país. En pocos años conseguirá que lo único barato en el país, aparte de la gasolina, la comida, comience a escasear e inicie una escalada de precios. Si el petróleo lo permite, podrá mantenerla asequible mediante importaciones y subvenciones y la segura ruina para un futuro no mucho más lejano.
 
Como en tantos otros países del Tercer Mundo, el petróleo ha terminado resultando ser una maldición para Venezuela. Sea Chávez una parte consustancial de esa maldición o una desgracia extra, lo cierto es que, apoyándose en el oro negro, está envileciendo la vida social, arruinando la economía e implantando el totalitarismo con pulso firme y paso decidido. Preparémonos para, a la vuelta de no muchos años, empezar a recibir una oleada de emigrantes venezolanos.
 
A Chávez no le basta haber convertido el Estado en un traje a medida —que a no mucho tardar se verá coronado por la presidencia vitalicia— a golpe de leyes arbitrarias, depuraciones y nombramientos de secuaces. Las firmas solicitando el referéndum revocatorio le han proporcionado el censo exacto de todos los que lo aborrecen. No necesita esperar a que acabe de constituirse el ubicuo aparato de soplones que caracteriza todo totalitarismo. Ya antes del referéndum varios miles de funcionarios públicos fueron expulsados de sus puestos por haber firmado. Ahora las firmas han alimentado los ordenadores del Estado, y cualquier chupatintas detrás de una ventanilla las puede consultar instantáneamente para negarse a admitir una solicitud de beca de estudios o incluso, si su celo le impulsa a ello, la renovación de la cédula (nuestro carné de identidad), puesto que los identificados pueden verse privados hasta de su identidad. Sólo hay que dar rienda suelta a la imaginación para concebir hasta dónde pueden llegar las arbitrariedades y persecuciones.

Pero la cosa no se queda en Venezuela. Chávez apoya y proporciona santuario a los terroristas colombianos y a cuantos violentos se propongan desestabilizar las frágiles democracias latinoamericanas. Secunda a Fidel en todo y lo sostiene con sus dádivas de petróleo, a cambio de las valiosas contraprestaciones en personal revolucionario que el cubano le obsequia. Se propone gastar 5 millardos de dólares en armamento y anuncia una cruzada antiamericana, para preparar la cual ha hecho giras por España, Libia, Rusia, Irán y China. No es ningún motivo de orgullo para Latinoamérica que su respuesta emule la de los africanos ante Mugabe: la pasividad.

GEES, Grupo de Estudios Estratégicos

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