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Carlos Semprún Maura

El cuento de nunca acabar

EDF, GDF, SNCF y Correos, se oponen a los pinitos de privatización, en nombre de la sacrosanta “defensa de los servicios públicos”

Los funcionarios vuelven a la huelga. Como para los festivales artísticos o folclóricos la prensa anuncia el programa con antelación: lunes, hospitales y EDF; martes, Correos; miércoles SNCF y EDF de nuevo, a los que se añaden los cirujanos de los hospitales “públicos”; jueves, huelga general en la Educación Nacional y jornada de acción de los funcionarios. Como ya es ritual sólo los funcionarios van a la huelga, pero como siempre, sus sindicatos afirman que los trabajadores del sector privado “apoyan” su acción.
 
Los pretextos para estas huelgas son diversos; el primero es que el gobierno propone un aumento del 1% de los salarios, cuando los sindicatos vienen exigiendo un 5%. A esto se añaden reivindicaciones corporativistas, EDF, GDF, SNCF y Correos, se oponen a los pinitos de privatización, en nombre de la sacrosanta “defensa de los servicios públicos”. Cada ministro de turno de la Educación Nacional, aporta su proyecto de reforma, a la que los sindicatos se oponen sistemáticamente. Lo intentó Claude Allègre y fracasó, le sustituyó Jack Lang, pero éste no hizo nada, salvo bailar con los lobos, luego Luc Ferry también lo intentó y fracasó, ahora lo intenta François Fillon, y los sindicatos hacen lo posible para que fracase. La reforma que propone no tiene, sin embargo, nada de estrafalario: constatand, que la enseñanza en Francia es una catástrofe, y que demasiados analfabetos radicales obtienen el bachillerato, quiere imponer un mínimo de conocimientos básicos, a todos los alumnos y estudiantes. Ni hablar, responden los sindicatos, sacando sus escopetas demagógicas y afirmando que no se puede imponer nada, y menos que nada el trabajo, y además que peligran las nobles ambiciones de la enseñanza, cuyo objetivo es la producción masiva de melones.
 
Mientras tanto, Nicolas Sarkozy en su primera cita con la prensa, como Presidente de la UMP, se ha opuesto abiertamente a Jacques Chirac sobre varios temas: rotunda negativa a la entrada de Turquía en la UE, inmigración selectiva según las necesidades de la economía francesa, revisión de la ley de 1905 sobre laicismo y consulta a los miembros de la UMP para la designación del candidato a las presidenciales de 2007. Los chiraquianos irredentos, como Debré, presidente de la Asamblea, o Villepin, ministro de Interior, lanzan mortíferas salvas de cohetes, contra el presidente de su partido, que se permite discrepar del Presidente de Francia, cuando el deber de la UMP es apoyar al Presidente y no apoyar las ambiciones presidenciales del líder de su partido. Estos y otros críticos se olvidan de que Chirac hizo lo mismo, cuando era primer ministro de Giscard. Encargado por éste de crear un gran partido que le apoyara, Chirac creó un partido para él, y hasta facilitó la elección de Mitterrand para tumbar a Giscard. Lo que no podía suponer Chirac es que Mitterrand permanecería catorce años en la presidencia, y resulta que después de tanto tiempo, él, Chirac, está muy anciano y pasado para un tercer mandato de Presidente.

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