Los funcionarios vuelven a la huelga. Como para los festivales artísticos o folclóricos la prensa anuncia el programa con antelación: lunes, hospitales y EDF; martes, Correos; miércoles SNCF y EDF de nuevo, a los que se añaden los cirujanos de los hospitales “públicos”; jueves, huelga general en la Educación Nacional y jornada de acción de los funcionarios. Como ya es ritual sólo los funcionarios van a la huelga, pero como siempre, sus sindicatos afirman que los trabajadores del sector privado “apoyan” su acción.
Los pretextos para estas huelgas son diversos; el primero es que el gobierno propone un aumento del 1% de los salarios, cuando los sindicatos vienen exigiendo un 5%. A esto se añaden reivindicaciones corporativistas, EDF, GDF, SNCF y Correos, se oponen a los pinitos de privatización, en nombre de la sacrosanta “defensa de los servicios públicos”. Cada ministro de turno de la Educación Nacional, aporta su proyecto de reforma, a la que los sindicatos se oponen sistemáticamente. Lo intentó Claude Allègre y fracasó, le sustituyó Jack Lang, pero éste no hizo nada, salvo bailar con los lobos, luego Luc Ferry también lo intentó y fracasó, ahora lo intenta François Fillon, y los sindicatos hacen lo posible para que fracase. La reforma que propone no tiene, sin embargo, nada de estrafalario: constatand, que la enseñanza en Francia es una catástrofe, y que demasiados analfabetos radicales obtienen el bachillerato, quiere imponer un mínimo de conocimientos básicos, a todos los alumnos y estudiantes. Ni hablar, responden los sindicatos, sacando sus escopetas demagógicas y afirmando que no se puede imponer nada, y menos que nada el trabajo, y además que peligran las nobles ambiciones de la enseñanza, cuyo objetivo es la producción masiva de melones.