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Cristina Losada

Primos y primeros

Si el curso continúa por donde va, aún podemos asombrarlo con una hazaña más: aprobar una Constitución europea, cuando estamos en vías de cargarnos la nuestra.

No es lo mismo, obviamente, hacer el primo que ser el primero, pero puede ocurrir, y de hecho ocurre, que por ser el primero haga uno el primo. Los partidarios de experimentos sociales, los que creen que la sociedad debe encajar en el molde que ellos han fabricado, no suelen atenerse a esa prudencia elemental que aconseja aprovechar la experiencia de otros, y, por tanto, no ser los primeros en vérselas con consecuencias imprevistas. No es la prudencia una virtud de este gobierno. Ni piensa tampoco que la valoren en mucho los españoles. Cree que lo de ser los primeros nos mola porque sí y que sus proyectos cuelan más fácilmente si los presentan como parte de un concurso. Uno en el que España compite, unas veces en Eurovisión y otras, en festivales mundiales, para ver quién lo hace antes. Si no el primo, el canelo.
 
Empezó esta comedia de España en las carreras con la feliz paridad, rara entre los gobiernos del mundo, que ignoraban en su mayoría que la igualdad de hombres y mujeres fuera idéntica a su equivalencia numérica. Siguió con la ley contra la violencia de género, que asombrosamente no habían necesitado democracias más veteranas en la defensa de las mujeres. Continuó con la equiparación de las uniones homosexuales al matrimonio, con su derecho de adopción, innovación que compartimos con uno o dos países y al que se resiste el resto, apegado como está a las formas tradicionales de la familia. Iba a proseguir la escalada hacia la cumbre de la muerte digna y el cianuro, pero retrasaron la excursión. Y ahora ha llamado a la puerta la poligamia, otra posible ocasión para engrosar el medallero.
 
La Constitución Europea brindaba una oportunidad para seguir ganando concursos y no la iba a desaprovechar el gobierno. Quería que fuéramos “los primeros con Europa”, gran acicate, a su entender, y para que visualizáramos mejor de qué iba esta movida presentaron la campaña durante un partido de fútbol. Mensaje: hay que marcar primero. No se trata de enfangarnos en tediosos debates sobre los pros y los contras del Tratado, sino de llegar antes, como en el Tour. No hay que preguntarse si un ciudadano español valdrá más o menos que el de otros países con el nuevo sistema de voto, y vale menos. Basta con hacer profesión de fe y estampar la huella del pulgar en lo que viene de la UE, porque eso es ser europeísta, y no simplemente memo.
 
A los que se ponen a analizar la letra del Tratado, se les tiene por fastidiosos de dudoso o nulo europeísmo, y a los que ponen objeción a sus innovaciones legales, por casposos o anticuados. Aseguran que “lo moderno” es lo que proponen ellos, cuando son ellos los que a fuer de posar de modernos, se retratan como todo lo contrario. Como aquellos antiguos provincianos que en su afán de parecer capitalinos, daban el cante. Y hacían el ridículo.
 
Hablando de ridículos, cuando gobernaba el PP, los socialistas se mofaron ruidosamente de aquello de “España va bien”. Pero ahora el PSOE ha doblado la apuesta y quiere apuntar al país en el Libro Guinness de los récords: España, la primera en tó. Se han propuesto que asombremos al mundo, si no por el crecimiento económico y esas menudencias que le importaban al PP, por nuestra vocación de ser los primeros. Si el curso continúa por donde va, aún podemos asombrarlo con una hazaña más: aprobar una Constitución europea, cuando estamos en vías de cargarnos la nuestra.

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